›«Coincidencias»‹

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Omnisciente

— Eres peor de lo que imaginaba — exclamó viendo los libros que flotaban a un lado de su chica.

— Eras tu quien quería acompañarme ¿No? — señaló ella, mientras que seguía buscando con su mirada ese libro que necesitaba.

— Sí, pero no solo quería hacerte compañía — el tono con el que lo dijo hizo que dejara en el olvido el libro y lo mirara.

— ¿En serio? ¿Cuál es tu otro motivo? — le preguntó acercándose a él.

Sirius sonrió para luego desaparecer el espacio que había entre ellos. Adhara no se quejó, mantuvo su varita aún en su mano mientras que con la otra sujetaba la corbata de su chico, intentando no distraerse tanto para que los libros que levitaban a su lado no cayeran.

Quien detrás de un librero observaba la escena de la pareja rodó los ojos. Estaba siendo completamente masoquista al seguirla solo cuando se encontraba con el ojigris, pero sabía que era la única manera en que podía espiarla sin que la serpiente se diera cuenta de su presencia. Lo había descubierto después de la broma, su único momento de debilidad era cuando se concentraba en aquellas personas que consideraba sus seres queridos, en especial, cuando se encontraba con el león que antes de la llegada de la serpiente, había tenido algo.

Sus hombros cayeron y no pudo evitar pensar en qué hubiera pasado si esa pelinegra nunca hubiese llegado a sus vidas. Recordaba con claridad cómo en sus dos primeros años, el pelinegro le daba la atención que la pelinegra tenía. Supo desde entonces, que entre ellos dos podría haber algo más que el tonteo que tenían, conocía bien que él era un chico de varias, sin embargo, dudaba de la veracidad de esas palabras cuando tenía lindos gestos con ella.

Gestos que desaparecieron con la llegada de la serpiente.

Sacudió su cabeza, no era momento de pensar en ello. Sirius había elegido y, lamentablemente, ella no había sido la ganadora de su corazón. No obstante, ese no quería decir que él no fuera importante para ella, quería verlo feliz por más que estuviera con alguien que no fuera ella misma. Podía estar con cualquier persona y ella estaría feliz por él.

Con cualquiera a excepción de la serpiente.

En lo que llevaba de vida había dejado que, sus instintos, decidieran quién era merecedor de su amistad y confianza. Sus instintos nunca le habían fallado y, estaba segura, que no lo hacían cuando se trataba de la pelinegra. Lo supo desde que habló con ella por primera vez, desde que en un vano intento de su difunta amiga, juntó a su grupo de amigas con la pelinegra para que se conocieran y llevaran bien. Marlene había visto un aura de falsedad desde entonces, por más que la serpiente se mostrará como alguien amigable.

Devolvió el libro que tenía en manos en el librero, cerrando la abertura por donde espiaba a la pareja detrás de este. En la semana que llevaba espiándola había comprendido que no podía confiarse demasiado, porque a pesar que conocía la debilidad de la serpiente, está también lo reconocía. 

Desde la broma Adhara había estado más atenta a su alrededor. Se había reprendido mentalmente hacia ella misma por haberse dejado confiar por tanto tiempo, se había olvidado de una de las mayores enseñanzas que Moody les había dejado y por ello se había convertido en la víctima de alguien. Era solo una broma, le decían, pero iba más que eso. Pudo haber sido esta vez una broma ¿Pero y si se hubiera confiado en un duelo? Había tomado la broma como un golpe de realidad, una manera de hacerla reaccionar, para que sus sentidos estuvieran más pendientes de lo normal.

Pero no podía evitar que estos decayeran cuando se encontraba con su querida estrella, por ello siempre que estaba con él, procuraba que fuera en esos lugares que con sus trucos y la ayuda de Dumbledore, había escondido. La única falla que encontraba, era que estos lugares en realidad, estaban diseñados para pasar desapercibidos, por lo que si alguna persona de verdad quisiera encontrarlo o, seguía atentamente sus pasos, podría hacerlo.

Blood Traitors (Sirius y tú) Blood Saga #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora