›«El veneno de la luna»‹

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Omnisciente

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Ver el brillo de sus ojos extinguirse por su culpa la destrozó.

Su piel escocía, quemaba tanto que dolía. Los estragos de su tacto no hacían más que remontarla a recuerdos lejanos que, realmente, no eran más que cercanos.

Ven, cariño.

La ternura, la delicadeza... su cabeza daba vueltas por las acciones que tuvo con ella. Quería volver... oh, como ansiaba correr y abrazarlo. La necesidad de ser acariciada por sus manos, de ser cálidamente recibida por su contacto, de sentirse amada por su... No, suyo ya no era.

Pero, aun así, ella quería... solo una noche donde... unas palabras y...

Quiso gritar por la acumulación de sentimientos.

Eres la mejor.

Sólo se burlaba de ella, claramente no lo era.

¿Cómo podía serlo?

Sus propios pensamientos la atormentaban día y noche desde hace casi dos semanas, recordándole sus fallas. Sus sentimientos no hicieron más que unirse a su tormento hace casi una semana, trayendo memorias que su sufrimiento aumentaban. Y sus obligaciones ni piedad demostraron, juzgándola por su absurdo caminar.

Detestaba tanto que su exclusiva mirada, que esos benditos ojos de plata, la quebrara. Despreciaba que por más sutil que fuera el roce, sin vergüenza su piel se entregara. Aborrecía con creses que la sentimental forma de su trato, la ilusionara. Lo odiaba. Odiaba con todas las fuerzas que le quedaban que calara tanto en su alma.

Al escozor de sus ojos ya se había acostumbrado. ¿Cómo no hacerlo si era lo único que sentía tras cada vez que las lágrimas retenía? No podía, no debía seguir lastimándose de tal forma. Sabía bien cuál era el problema consigo, lo que la convertía vulnerable detrás de la interacción con Sirius.

Y lo odiaba... odiaba tanto amarlo.

Odiaba el escalofrío que surgía al pensar en su nombre, odiaba la frialdad que la invadía al notar su ausencia, odiaba el fuerte palpitar que iniciaba al tenerlo cerca, odiaba la exposición que enfrentaba cada vez que la él la miraba, odiaba que a pesar de todos los estragos cometidos no se daba por vencido.

Odiaba la necesidad de quererlo a su lado.

Sacudió su cabeza, desordenándose su cabello durante el acto. Debía soltarlo. No era momento, no era ocasión, para llantos de lamento. Cómo se lo había dicho, tenía asuntos más importantes que atender, asuntos que debía atender. No era momento, no era ocasión, se repetía. Mantener la cabeza fría, ignorar el clamor de su alma, debía.

Su caminata por cada paso se oscurecía, los alumnos de distinto grado se alejaron al verla sin una sonrisa. No era el aura que cotidianamente poseía, no era la actitud que normalmente apreciarían, ni por asomo se observaba la jovialidad de su compañía. Con el mismo respeto que a sus profesores otorgaban a ella la observaban.

Las cosas iban a cambiar, lo presentía. No se trataban de meros asuntos escolares, lo sabía. Algo dentro de ella le decía, le prevenía, que... Detuvo sus pasos, sintiendo su presencia.

— Adhara.

¿Calma, era mucho pedir?

°•°(...)°•°

— Snape, Vanity — ambas serpientes exhalaron — ¿A dónde se dirigen? — cuestionó frenándolos.

Los dos alumnos giraron, encontrándose con la severa mirada de la jefa de Gryffindor. En un intercambio silencioso, el pelinegro dio un paso para hablar.

Blood Traitors (Sirius y tú) Blood Saga #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora