›«La tormenta»‹

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Omnisciente

Cuando Sirius despertó sintió el relajante jugueteo que su chica hacía en contra de su pecho. Sonrío inconscientemente al notar como sus piernas se encontraban entrelazadas con las de ella y como sus brazos se encontraban rodeando su cintura. Aprovechándose de esto último, la atrajo más a su cuerpo, sobresaltándola en el acto. Se escondió en su lugar favorito, divirtiéndose al notar como la acción causó unos escalofríos en su chica, sacando un par de quejidos por el sentimiento repentino. Dejó un par de besos en la conexión de su cuello y hombro, justo en ese hueco que se formaba cuando él se encontraba allí. Las manos de su chica no abandonaron nunca su jugueteo, así que siguió sintiendo las caricias que le dedicaba con una tierna dulzura. Empezó a subir, dejando un camino de besos hasta llegar a la comisura de sus labios, intentó tentarla, pero sabía que ella no caería después de haberla asustado por su repentino acto al despertar, así que sin más, unió sus labios. Disfrutó nuevamente de la suavidad que sentía su tacto cuando sus bocas se unían, adorando el sentimiento que iniciaba una tormenta en su estómago sin siquiera preguntarle si estaba preparado para luchar hasta llegar a la orilla.

— Buenos días, cariño — su ronca voz de recién despertada fue una sinfonía para sus oídos.

— Buenos días, nena — respondió su saludo con una voz aún más ronca de la que había pensado usar.

Adhara sonrió ante ello, dejando su jugueteo en su pecho para alzar sus manos y comenzar a enredar sus dedos en el largo cabello de su chico, quién cerró sus ojos para disfrutar el masaje relajante que ella le brindaba. En el proceso, le dedicó tanto largos como cortos besos, variando entre cortas e intensas batallas por quién tenía el control, terminando en un empate cuando ambos reconocieron que era momento de ir levantándose de su cama para poder asistir a las clases.

— Quedémonos — pidió la serpiente, viendo como Sirius realmente sí estaba dispuesto a asistir a clase.

— ¿Qué? — Cuestionó sorprendido — ¿Quién eres tú y donde has metido a mi Adhara asistencia perfecta Jone? — preguntó mientras la analizaba. Adhara rodó los ojos para luego pasar su mano por la cara de Sirius, molestándolo en el acto.

— Estrella... — se quejó, parando el movimiento de su mano — Quedémonos — pidió nuevamente, esta vez en un suave murmullo junto a unos ojos de corderito, que sabía ella, el León no se podía negar.

— Star... — murmuró, conectando miradas — ¿Qué sucede? — cuestionó. Ella negó, dando a entender que no era nada.

— Sirius... — pidió alargando la última sílaba, pero el pelinegro negó — Bien — rodó los ojos para alejarse de él.

El aludido la miró extrañado, mayormente, el de la actitud como niño de cinco años era él, no ella. Más su mirada cambió a una de comprensión al ver como su Star solo se había quedado sentada en la cama de ambos, con los brazos cruzados y, estaba más que seguro, con uno de esos pucheros que hacía cuando se molestaba. Y entonces supo que se trataba de uno de esos días.

Imitó su acción, sentándose detrás de ella, para poder rodearla con sus brazos y dejar un par de besos en su hombro derecho. Sonrió al ver cómo ella intentaba mantener su postura molesta sin conseguirlo con satisfacción y él lo sabía por la pequeña sonrisa que comenzaba a brotar de sus dulces labios. Pero aun así, Sirius sentía que algo iba mal.

— Cariño... — la nombrada giró su cabeza para mirarlo — ¿Qué sucede? — pregunto por segunda vez.

— Nada — respondió — Es solo que... — negó con su cabeza — Siento que deberíamos quedarnos aquí.

— ¿Otro presentimiento? — cuestionó, dándose cuenta del ánimo de su chica.

— Algo así... — murmuró.

Blood Traitors (Sirius y tú) Blood Saga #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora