Omnisciente
Lily creía conocer el sentimiento de abandono. Había pasado por ello cuando su hermana la empezó a dejar de lado por unas amigas mayores, pero sobre todo, cuando está la dejó de lado y la empezó a tratar mal en cuanto se enteraron de que ella era una bruja.
Una bruja, algo que sin duda alguna fue extraordinario para su familia, siempre pensó que era especial por las cosas que podía hacer, pero nunca pensó que en realidad lo era, hasta que conocía al que en ese entonces era su amigo y le explicó que era.
Algunas veces pensaba en que, si no hubiese sido escogida pobre l gen de la magia, lo más probable es que todo sería más fácil. Lo más probable es que siguiera yendo a su antiguo colegio muggle y hubiese sido una exitosa estudiante graduandose con honores, como de pequeña pensaba.
El ser bruja había sido una novedad y algo que la maravillo, no hay duda alguna. Pero, había una parte de ser bruja que no le gustaba del todo.
Soltó un suspiro mientras cerraba su baúl. Revisó por última vez su habitación sin saber cuándo volvería. Las fotos que antes adornaban su pared habían sido retiradas nada más haber llegado a la desición que había tomado.
Escuchó como su madre la llamaba y con un peso invisible en sus hombros, bajó las escaleras junto a la maleta que había terminado de arreglar.
Al llegar pudo observar como sus padre y su hermana se encontraban ya sentados en la mesa esperándola para comer. Habían cocinado su comida favorita y aquello aumentó el peso que sentía.
La primera que notó la maleta fue su hermana, quien solo lo miró con el cejo fruncido pareciendo confundida más al conectar miradas con ella sintió como la molestia invadía a Petunia.
El siguiente que lo notó fue su padre, que dejó de lado su periódico mientras se quitaba los lentes y la miraba expectante, esperando a que dijera algo o diera un explicación.
Por último, su madre, quien se estaba quitando el mandil, notó aquel bulto que traía consigo.
— Lils – la nombrada no podía si quiera sostenerle la mirada – ¿Qué... Qué es esto? – cuestionó.
La pelirroja no podía decir nada, todo lo que había planeado había desaparecido ni bien haber visto la reacción de su madre.
— Yo... – titubeó – Yo me voy – habló firme.
Cerró sus ojos al escuchar el estruendo que ocacionó su padre al pararse rápido de la mesa y apoyar su peso en la mesa.
— Señorita – advirtió con un tono serio, uno que usualmente usaba con Petunia – Expliquese jovencita – ordenó.
— Me voy – afirmó – Ya estoy por cumplir la mayoría edad en el mundo mágico y es necesario que empiece a tomar mi propio camino.
El silencio inundó el hogar, su padre parecía reaccionar ante lo dicho o al menos procesarlo. Su hermana no había hecho cambio alguna. Y su madre, su madre solo pasaba sus ojos del baúl a ella en un vaivén que no parecía tener terminó.
— Usted no se va a... – el timbre de la casa sonó y sintió como su corazón salía de su pecho.
Tomó su baúl y con un suspiro dió media vuelta para irse y abrir la puerta. Encontró aquella cabellera marrón que tanto le había estado ayudando. Pero con un empujón, su madre cerró la puerta.
— ¡Lilly Evans! ¡Usted no se irá de esta casa jovencita! – gritó.
— Mamá, es mí decisión – intentó llevar las cosas con calma.
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Blood Traitors (Sirius y tú) Blood Saga #1
Fanfiction- Eres peligrosa... - razonó él pero, antes de que ella hablara, añadió - un amor prohibido no creo que sea del todo malo - sonrió acercándose a ella - ¿Crees que olvidaré todo lo que hemos vivido y me alejaré? - ella no podía emitir ni una palabra...