¿QUÉ?

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— Alba, ¿me estás escuchando?

—No.

— ¿No?

Me sentí una payasa porque estuve hablando durante un rato, tratando de explicar algo a lo que ella ni siquiera estaba tratando de prestar atención.

— Eres muy guapa.



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¿QUÉ ?! — chillé en mi mente.

Su intensa mirada se movió presurosamente sobre mis ojos, el uno al otro, parecía buscar algo. Y puedo jurar que algo en ellos me atrapaban. Me ató a ellos, yo me até a ella. No tenía ganas de dejar de mirarlos nunca más. Tragué saliva y murmuré algo desconcertada. No entendía nada en absoluto.

Pero, ¿qué está pasando?

Estuvo fría conmigo toda la semana. Fría o profesional, todavía no podía diferenciar muy bien. Además, de que era mi jefa, yo era su empleada, no teníamos intimidad para eso. ¡Ninguna! Al menos no como iban las cosas. En mi cabeza, sus palabras resonaron y mis pensamientos desgañitaba tratando de entender lo que estaba sucediendo. Pero, antes de que mi cerebro pudiera reaccionar ante las cosas que me vociferaba a mi misma, ella acercó apresuradamente mi silla a la suya y en un solo movimiento, pasó su mano por mi rostro comenzando por mi barbilla, pasando por mi cachete y encajandola entre mi cuello y la nuca. Al instante alzó mi rostro al mismo tiempo que acercaba al suyo, juntando nuestros labios en una explosión sorda que se extendió por todo mi cuerpo. 


¿Que sensación era aquella?


Cuando mi cerebro volvió a la vida y comprendió lo que estaba pasando, pensé en alejarla y salir corriendo de esa sala, por el pánico que me causó la situación y las sensaciones que provocó, pero Alba no era mujer de aceptar un rechazo como respuesta. 

Mientras estos pensamientos pasaban por mi mente tan rápido que apenas podía sentirlos como míos, tratando de reaccionar más rápido y de manera correcta a lo que estaba sucediendo, que fueran milisegundos, ella enterró sus dedos en los pelos de mi nuca, apartó por milimetros sus labios esponjosos de los míos y tiró levemente inclinando mi rostro en la dirección opuesta a lo que inclinaba el suyo.


Ella quería guiar el beso. Un beso que ni siquiera era beso todavía. En ese momento nuestros labios apenas se sentían, se rozaban, solo se reconocían.


Sonreí sutilmente de solayo cuando entendí sus intenciones. Una sonrisa a la que respondió atrapando mi labio inferior entre sus dientes y tirando de el  antes de chuparlo con gusto. En ese momento, sentí una corriente eléctrica saliendo de ese punto exacto y corriendo todo mi cuerpo, por lo que perdí toda la cordura que intentaba conservar. Mi mano siguió un camino ascendente desde su rodilla, su muslo, más allá de su cadera, escalando do por su costado hasta su costilla y luego se aventuró por su espalda, antes de volver a pegarse a su cintura, tratando de acercar nuestros cuerpos. ¿A quién yo quería engañar? No huiría ni si pudiera, y podría.

Pasé mi suave lengua desde abajo hasta arriba de su labio superior, mientras sus dientes todavía sostenían el mío y sentía su lengua jugar con él. Su cuerpo estremecia suave bajo mi palma. Cuando apreté mi agarre respiró hondo, haciendome sentír su cálido aliento contra mi boca. Soltó mi labio y separó ligeramente los suyos. Nuestras miradas en ese instante encontraron sus metas al mismo tiempo en la boca de la otra.

Sentiment Ètrange - Las canciones que te hacen en mi | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora