Tan posible y tan quimera

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Pero ese día no pudimos hablar. Minutos después de cantarle el Cumpleaños Feliz a Marta, el móvil de Nat empezó a sonar y ella se alejó para contestarlo. Era Ana, algo había pasado y ella terminó saliendo corriendo del bar, casi desesperada. Y nuestra noche no sucedió. 

De hecho, nuestra noche se lo fue interrumpida abruptamente. Jo, lo estábamos pasando tan bien.

Cuando decidimos que de allí iríamos a mi casa, después de contener las ganas de tenerla en ese mismo baño, volvimos con nuestros amigos y pasamos el resto de la noche del mejor humor posible con todos. Nuestras manos unidas debajo de la mesa, las conversaciones, los chistes y bromas entre todos me hacía feliz. Y las indirectas de Marta e Ici hacia nosotras, que hacían que Natalia las golpeara constantemente en la cabeza o las contraatacara preguntando cuándo estarían juntas por fin, me hacía reir como a mucho tiempo no pasaba.

Sí, a contrapunto, en algúns momentos un par de fans habían llegado a Nat para preguntarle por Ana, y en esos momentos me soltaba la mano disimuladamente, y eso me inquietó, claro. Pero me las estaba arreglando para tomarme las cosas bien. Apesar de eso estaba sendo una noche increíble. Pero todo se interrumpió cuando salió a toda prisa del bar.

Ver la forma en que estaba preocupada por lo que había escuchado en la llamada y lo nerviosa que salió de allí me afectó mucho. Principalmente porque prácticamente no se despidió. No solo de mí, sino de nadie, ni de Ici que iba con ella. Lo que me consoló un poco fue que la rubia, con quien me llevé increíblemente bien desde la primera vez que hablamos, al darse cuenta de la situación, tomó el lugar de Natalia y no se apartó de mi lado hasta que nos despedimos al final de la fiesta. Y cuando se fue, acompañada de Marta, Julia y Sabela, me dijo que no debía preocuparme y que pronto hablaríamos en la empresa.

Eso me dejó un poquito mejor, pero de la misma manera esa madrugada me fui a dormir en la mismísima mierda. Sin mi morena, con muchas dudas e inseguridades y con un número con código de área francés llamándome insistentemente desde que encendí el móvil al despedirme de la gente.







Esa mañana, irónicamente lloviznando y con niebla, decidí tomar el Ferrari rojo que hacía mucho que no conducía. Desde que supe a quién pertenecía. Era un descapotable y necesitaba sentir el viento en la cara y la sensación de dirigirlo específicamente. El viento, el frío, las pequeñas gotitas de agua que caían tímidamente, la vida y sus fenómenos contra mi rostro.


Ni bien desperté, después de no haber dormido una mierda, volví a ese número que me había llamado persistentemente creyendo que sabía quién era. Pero no podía estar más equivocada, y no podía creer que esto realmente estuviera pasando. Ya no podía soportar los altibajos de la vida, no podía creer que eso fuera cierto. Estaba perdida, desorientada, derrotada. Necesitaba hablar con alguien, pero no pude encontrar a Joan en casa porque se había ido temprano y ese mismo día se iba a uno viaje de negocios muy importante y estaría fuera por el resto de la semana, y no quise molestarle llamándolo.

Así que conduje durante mucho tiempo a alta velocidad. Velocidad que nunca antes había alcanzado, ni siquiera en mis momentos más rebeldes cuando lo único que quería era estrellarme contra cualquier árbol o pared conduciendo borracha. Di varios paseos por la ciudad, a lugares en los que nunca había estado antes y a lugares que me traían recuerdos. Hasta finalmente poder llegar a la empresa. Vueltas, velocidad, recuerdos y música a todo volumen. Cuanto más fuerte escuchaba la música, menos escuchaba llorar a mi corazón.

Cuando llegué al estacionamiento me quedé en el auto aun por un tiempo. Bajé el capó del coche, cerré las ventanas que eran oscuras, encendí un cigarrillo, abrí una botellita de whisky que siempre llevaba conmigo y me quedé allí pensando. Había llegado temprano y terminé viendo llegar poco a poco a algunas personas del piso. La gente completamente ajena a mi presencia allí y a lo que estaba pasando en mi vida.

Sentiment Ètrange - Las canciones que te hacen en mi | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora