⏮ ⏯ ⏭ Ocie Elliott.- I Got You, Honey

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Aquietar el pecho para sentir y escuchar sus pulsos y su respiración. Afuera la gente camina libre, ajenas a lo que pasa aquí dentro, esa felicidad de pertenecer, en fin, la felicidad de ser parte de ella.

Hay personas que no pueden hablar sin sonreír, y siempre pensé, siempre las veía como patéticas. Pero ahora que yo era una de ellas cuando estaba con Natalia, todo tenía muy sentido.


Natalia fue dada de alta ese mismo día de madrugada, con recomendaciones expresas de cuidarse mucho y relajar durante los próximos días, antes de al menos pensar en volver a su rutina. Una vez que todo estuvo arreglado, se firmaron los papeles de alta y ella ya estaba vestida con un conjunto cómodo que pedí que lo dejaran allí, llamé a Joan y le pedí que viniera a recogernos porque no estaba del todo bien para conducir. Había pasado por muchas emociones en esas últimas horas. Llegó allí, junto con MIki, poco tiempo después. Todos lo pasamos muy mal al ver a Nat así horas antes, tirada en el piso y sin saber qué había pasado, y la preocupación aún se reflejaba en nuestros rostros, pero para mí realmente había sido una de las peores situaciones. Así que pasé todo el camino entre advertencias y regaños a Joan, para asegurarme de que no fuera demasiado rápido para que el auto no la balanceara y que así no se mareara ni lastimara. Noté el intercambio de miradas entre todos en el auto y las risitas que se daban, tratando de disimular.

¿Quizás estaba exagerando? Puede ser. Pero es que cuando ves tu bien más preciado, frágil, en el suelo, como acababa de presenciar horas antes, el miedo te invade de tal manera que la única certeza que tienes es que harás todo lo posible para que no vuelva a pasar. Entonces, con ella en mis brazos, sosteniéndola cómoda y parcialmente acostada en mi regazo, nos dirigimos a casa y estuvimos allí en cuestión de minutos.




—¿Vas a dejar toda tu vida, tu rutina por mí? Sigo sin creer que debas... —Habíamos estado discutiendo esto hacía ya unos minutos.

Natalia, en vez de dormir, como ya lo había hecho en el hospital, e ignorando que yo aún no había descansado lo más mínimo, empleó todo su esfuerzo y tiempo desde que entramos en la habitación, para tratar de convencerme de que la idea que le había dado horas antes, no era tan buena así. No el viaje en sí, como decía ella, sino que yo me alejara de la compañía por un mes entero, o por el tiempo que duraran nuestras vacaciones. Pero cuando vio la mirada de advertencia que le disparé después de ese último comentario, se detuvo al instante, pareciendo arrepentida por su elección de palabras. Es solo que si ella insistiera un poquito más, realmente creería que no quisiera pasar tiempo conmigo.


— Claro que quiero estar contigo, Alba. Pero es tu vida, es tu negocio... lo que vas a tener que dejar por mi culpa.

—Primero, no es por tu culpa, es porque quiero estar contigo. Pasar tiempo contigo... solo nosotras.— aclaré, sentándome en la cama, mientras abría el edredón para meterme debajo. Yo estaba agotada.

—Y no es de ahora, Nat. Tengo estas ganas de estar e ir contigo de viaje, por algo que no tenga que ver con el trabajo, al menos una vez en la vida, ya hace mucho. Desde el viaje a Las Vegas. Entonces, aunque tuviera millones de compromisos importantes que solo yo podría manejar aquí, que no es el caso, iría contigo. Incluso si no me quisieras cerca... si no quieres que vaya, lo haría.

—¿Lo harías?— preguntó, sentándose a mi lado.

—Bueno, tal vez no...— confesé cabizbaja, pensando en la posibilidad de ello, acomodándome bien en la cama, para mirarla de frente. —Pero me quieres contigo, ¿no?— Hice un puchero con tristeza, realmente considerando esa posibilidad ahora. Mi inseguridad de vez en cuando, casi siempre hacía acto de presencia. Aunque nunca había sido así con nadie antes, con ella lo era, y mucho.

Sentiment Ètrange - Las canciones que te hacen en mi | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora