Sentiment Ètrange - Las canciones que te hacen en mi | ALBALIA

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Desde esa tarde en el centro comercial, cuando esa idiota había perdido la cabeza, frente a toda esta gente, atreviéndose a tocarme, exigiendome hablar, me sentía más segura. Sí, más segura. Porque no sentí nada más que repugnancia al verla, al tocarla. Ella ya no se metía conmigo en absoluto. Sí, me tomó por sorpresa su atrevimiento, y te juro que si ese guardia no hubiera aparecido en ese momento, las cosas se habrían puesto muy feas porque no hubiera cruzado una sola palabra con ella. Pero eso fue todo, aparte de la indiferencia, de estar cabreada por su atrevimiento, ya no quedaba nada, ya no sentía más que eso, molestias.

Y saliendo de allí, como si nada de eso hubiera pasado, me detuve en el primer restaurante y me regalé con la botella de vino más cara de la carta. Así era ahora, por cada cosa de mierda que me deparaba, que la vida me hiciera enfrentar, me regalaba cosas que me gustaban y que apreciaba. Igualar la balanza era mi táctica para no solo vivir de situaciones que me iban mal. Después me fui a casa, porque aunque era fin de semana, era día de trabajo. Todos los días ahora lo eran, y me contentaba de ello.

La semana comenzó con caos en la empresa, como todos los fines de año, y este aún más. María, quien había sido trasladada temporalmente para ocupar el lugar de Marta, ya que luego de una conversación franca con Danie decidimos que ya no había clima para que él estuviera allí, me avisó que tendría que participar en una reunión con algunos recién graduados para realizar prácticas. Odiaba esta época del año, pero era necesario. Era un requisito que la empresa recibiera una cuota específica anualmente por temas de desgravación gubernamental y arancelaria, y después de todo lo que había gastado con todo el asunto de los porcentajes, lo necesitaba más que nunca. Era un coñazo todo el procedimiento pero claro, era imprescindible.

Ese día también recibiría nuevos refuerzos. Había hecho una propuesta a Carlos y Dave, que tras la salida de Joan del Hotel, ya no querían quedarse en los Hoteles Garrido, para incorporarse a la plantilla con el fin de tapar inicialmente los ecos que dejaron los despidos anteriores, según sus antecedentes y sus habilidades, y así ayudarnos en lo que fuera necesario. Con el tiempo veríamos mejor cómo y dónde podríamos encajar cada uno, para enriquecer aún más a nuestro equipo, que ya era brillante.

Serían de gran ayuda, y contratarlos sería nuestra salvación en ese momento. Es solo que realmente necesitábamos toda la ayuda que pudiéramos obtener. Lamentablemente esa perra había dejado un eco enorme en el sector que era casi imposible ocupar al cien por cien, era realmente difícil seguir sin ella, claro, en la empresa. Y con Marta de vacaciones hasta el año que viene, y ahora sin Danie, todo iba a empeorar. Pero estaba segura de que lo íbamos a petar.

Sin ganas alguna de hacer eso entré a la sala de reuniones, que este año estaba más concurrida que en años anteriores y miré a todos con el ceño fruncido, no tenía paciencia para eso ahora mismo.

Pero, mirándolo mejor, con más atención, recorriendo el salón con la mirada por segunda vez, terminé cambiando un poco de opinión. Justo al frente, había una mujer con un traje burdeos, muy bien maquillada y guapísima. Bueno, si pudiera llamarse 'mujer', no podría tener más de 21 años, y ella, su belleza, me interesó de inmediato. Era rubia, tenía un estilo serio, ojos claros, mi estatura, totalmente diferente a... a mucha gente. Desde que me vio aparecer por la puerta no me quitó los ojos de encima. Me miraba fijamente, con insistencia y interese, y no tenía nada que ver con el por qué los demás lo hacían, eso estaba claro.

Utilicé mi habitual humor característico para dejar claro dónde estaban y con quién estaban hablando. Hacía mucho tiempo que no usaba esa máscara y cómo la extrañaba, ese era exactamente mi lugar y rol en el mundo, cómo pude haberlo olvidado tan rápido.