Capítulo 25.

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Bajamos del auto y me quedo boquiabierta, ¿Que mierda es esto?

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Bajamos del auto y me quedo boquiabierta, ¿Que mierda es esto?

Estamos en un lugar muy alejado de la ciudad, se puede decir que esto es un callejón muy, pero muy amplio. Hay personas por todos lados, autos estacionados con la música a todo volumen, motociclistas con chaquetas de cuero y puedo ver que la mayoría lleva algo referente a los dragones, ya sea un anillo, una camisa o un tatuaje.

—Esta es mi familia, Avery. —dice Derek y sonríe.

Da vuelta quedando frente a mí con los brazos extendidos, luciendo feliz de lo que hay a sus espaldas.

Me tiemblan las piernas por las miradas que me lanzan todos los que están a nuestro alrededor; y aunque esté muerta de miedo por todo esto, me obligo a calmarme.

Avanzo y abrazo a Derek, él me envuelve con sus brazos un momento para luego soltarme, doy un paso atrás y toma mi mentón, mirando mis ojos seriamente, intimidándome.

—No me gustan las promesas falsas, nena, ¿Entiendes? —susurra sobre mis labios.

Mi corazón brinca del miedo.

—Sí, Derek, entiendo.

Toma una bocanada de aire y me besa. Abro mis labios siguiendo el rabioso beso que solo detona una cosa: Control. Lame por última vez mi labio inferior y se aleja, quita su mano de mi mentón y me toma de la muñeca guiándome a través de las personas.

Al final hay una pared de ladrillos donde se encuentran tres chicas y cinco chicos fumando, Derek para a unos centímetros de ellos y les da la espalda, hago lo mismo y suelta mi mano sudorosa.

—¡Dragones! —su grito hace eco en todo el lugar por encima de la música.

—Tranquila, nada malo va a pasar. —al escuchar la voz de Fray la acaricio mentalmente, tratando de creer sus palabras por difícil que sea.

Todas las personas voltean a mirar en nuestra dirección, la música cesa y no se escucha absolutamente nada.

Derek me toma de la cintura y me atrae a su cuerpo.

—Ella es mi reina. —habla con el tono de voz correcto para que todos lo escuchen. —Y a partir de ahora será tratada como tal.

No me pierdo las malas miradas de cada chica y algunos chicos, con esos ceños fruncidos y posturas dominantes.

Un chico de cabello rubio y largo da un paso al frente, y con el puño en alto grita:

—¡Por el jefe!

Todos los demás lo siguen con un grito bestial que me aturde. Sin evitarlo me acurruco más al lado de Derek, quien voltea a mirarme y sonríe abiertamente sintiéndose triunfante al ser vitoreado por esa estupidez.

Lo odio.

Algo me distrae de mis pensamientos negativos cuando de un momento a otro la multitud se dispersa acomodándose en forma de círculo y los murmullos se vuelven más altos.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora