Capítulo 78.

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Fray Mclaguen

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Fray Mclaguen.

—Entonces te vas. —escucho a mis espaldas, es Amye.

Termino de guardar el pincel en la caja que he estado llenando con las cosas de la habitación de la CDAS y doy la vuelta. La encuentro parada bajo el umbral con un conjunto de ropa deportiva y una coleta a lo alto de su cabeza. Está observándome con una media sonrisa.

—Si. —respondo y camino por la habitación, recogiendo más cosas. Nunca me había dado cuenta de todo lo que traje a la CDAS hasta ahora que me toca empacar.

—¿Por ella? —pregunta y tenso el agarre en un pote de pintura.

Carajo, ¿Por qué tiene que mencionarla? Sin necesidad de que diga el nombre de Avery, sé que se refiere a ella, ¿Por quién más dolería mi corazón de esta manera?

—No. —contesto pero sé que es una vulgar mentira. —Tenía planes de irme del continente antes de conocerla. Es hora de seguir con lo que tenía planeado antes de...

—Ella. —finaliza y pronto la siento detrás de mí.

Tenso la mandíbula cansado de esta intrusión, si hay algo que me irrita más que nada en el mundo es que me hablen cuando quiero estar solo, como justo ahora. Quería empacar y sacar mi culo de aquí lo más rápido posible.

Observo los ventanales, he recogido las cortinas y es más fácil observar afuera, al cielo; las nubes están juntas y el clima luce pálido, opaco... Aprovecharé estos días para pintar paisajes y trabajar en mi arte.

—¿Qué quieres, Amye? —cuestiono y giro la cabeza para verla parada a un lado de mí, observando el cuadro que me he prohibido ver este tiempo.

Es Avery, el primero que hice de ella... Mi favorito por su significado.

—Sacarte la sopa, por supuesto. —responde. —Quiero saber que pasa por la cabeza de un hombre enamorado con el corazón roto.

—No jodas.

Se ríe y continua observando el cuadro, aunque yo no quiera, también lo hago, perdiéndome en este como si hubiera sido ayer. Es especial porque fue el comienzo.

—La amas. —dice de pronto.

No quiero ser descortés.

—Qué te importa. —espeto y luego, con renovada rapidez me muevo por la habitación y lanzo todo en la caja. Amye permanece tranquila, con los brazos cruzados en el mismo lugar antes de darse vuelta y tomar asiento en la cama.

—Estás de muy mal humor últimamente. ¿No recuerdas que soy tu amiga? —dice y detengo mis pasos por la habitación, cierro los ojos con fuerza y bufando doy media vuelta para verla al tiempo en que se cruza de piernas.

—Lo siento. —mascullo bajo.

Es cierto que he estado de mal humor; pero claramente las demás personas no merecen ser víctimas de esto. No me gusta que paguen los platos rotos conmigo, no haré lo mismo con los demás.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora