Capítulo 49.

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Parece que han pasado muchas horas desde que bajamos del auto y Henry nos reunió, al parecer, hoy mi día está lleno de prácticas en la CDAS

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Parece que han pasado muchas horas desde que bajamos del auto y Henry nos reunió, al parecer, hoy mi día está lleno de prácticas en la CDAS.

Lo primero que hice al llegar fue cambiarme de ropa a una que consiguieron para mí, y luego de eso, he estado corriendo de un lado a otro, cambiando de ambiente cada vez más rápido. He pasado por el ring de boxeo, luego a un combate al aire libre con una chica joven, pero no de mi edad. Fray ha estado en cada lugar al pendiente de mí, pero justo ahora, cuando Henry camina conmigo tomada del brazo por un pasillo y no lo veo, me comienzo a inquietar.

Mis pies frenan por sí solos y giro mi cabeza para encarar a Henry, cada vez con un humor de perros peor.

—¿Se puede saber por qué mierda todos están tan alterados? —ladro.

No me ha dicho nada, ni siquiera nos dejó poner un pie en el edificio cuando ya estaba asegurándose de dirigirnos a nuestras tareas.

Henry suspira y cuando veo cómo sus hombros caen hacia adelante, en un gesto de claro fastidio y cansancio, me doy cuenta de que él está igual o más adolorido que yo.

—Ya comenzaron a alistar las tropas, Avery; y aunque no tienes el contacto aun de las personas, debes saber que cada minuto cuenta. Debemos prepararte, eres la jefa. —explica.

Tomo aire profundamente y bajando la mirada comienzo a caminar de nuevo a su lado, por un pasillo donde quince personas en total, caminan en direcciones contrarias.

—Lo siento. —musito. —No me gusta no saber qué es lo que sucede a mi alrededor.

Pronunciar esas últimas palabras hace que recuerdos amargos, de hace unos meses atrás me embarguen, provocando una sensación no tan linda.

—Entiendo. —Henry me rodea los hombros con su brazo pesado y me atrae a él, eso me hace sonreír. —Y créeme, para mí tampoco es muy divertido ver cómo todos se pasean como si tuvieran palos en el culo. —susurra en mi oído y me relajo con una risa sincera.

Al llegar al final hay una puerta de metal que Henry abre con facilidad, cuando veo el interior, abro los ojos como platos y tomo aire.

Es una habitación de disparos.

Hay cuatros personas en total, unas al lado de otras, con audífonos en los oídos y armas empuñadas al frente, su agarre se nota tenso, fuerte, mientras apuntan a través de los cuadros que no permiten a nadie entrar; al otro lado, la silueta de un cuerpo con el blanco en la cabeza, es acribillado por distintas balas.

El sonido que llena la habitación es contundente y nadie flaquea por ello, así que obviando la manera en que los disparos logran alterarme camino con Henry a la otra punta de la habitación, donde me pone los mismos artículos que tienen los demás y me guía a mi lugar, ahí, me enseña a empuñar el arma, las distintas posiciones para poder acertarle a mi objetivo y es muy paciente cuando cada disparo roza el cuerpo y no logra darle al blanco.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora