Capítulo 34.

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Definitivamente todos tenemos un despertar favorito, puede ser ese en el que abres los ojos temprano y ves la hermosa manera en que nace el sol, como también puede ser despertar y encontrarte con tu clima favorito y nada de responsabilidades

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Definitivamente todos tenemos un despertar favorito, puede ser ese en el que abres los ojos temprano y ves la hermosa manera en que nace el sol, como también puede ser despertar y encontrarte con tu clima favorito y nada de responsabilidades... Bueno, yo tengo un despertar favorito, y ese es con Fray Mclaguen. Nada en este mundo me encanta más que despertar y ver su rostro adormilado, sus mejillas hinchadas y unas diminutas ojeras. Es la mejor vista del mundo, al menos para mí.

Justo ahora él está de espaldas tostando los panes, su espalda desnuda se contrae con los movimientos de sus brazos, muerdo mi labio sin darme cuenta de la sonrisa tonta que llevo tatuada en el rostro.

—Buenos días. —le saludo acercándome desde atrás para rodearlo en un abrazo, descanso mis manos en su pecho, siento la dureza de tal.

Resopla, toma mis manos y se gira, levanto mi cabeza para observar la mueca de resignación que tiene.

—¿No podías esperar unos segundos más hasta que llevara el desayuno a la cama? —me pregunta tomando mis antebrazos para inclinarse y dejar un suave beso en mis labios.

Cuando se separa, sonrío y rodeo la barra tomando asiento.

—He estado despierta desde que te levantaste, ya estaba aburrida sin hacer nada.

Niega con la cabeza divertido, se gira y me prepara una taza de café, cuando está lista la pone sobre la barra, deslizándola hasta donde estoy yo. El humo desprende de ella y observo mi reflejo en la negrura del café.

Luzco tan distinta a como lo hago todos los días, mi aspecto de verdad me demuestra a una persona relajada, cualquiera podría decir que aquel rostro es uno feliz, el de una joven que tiene fácilmente la vida resuelta.

Me distraigo cuando Fray deja el plato de pan relleno con jamón frente a mí, levanto la cabeza y le sonrío.

Me podría acostumbrar a esto muy fácil.

—¿En qué piensas? —me pregunta tomando asiento frente a mí.

—En lo mucho que me gusta despertar así. —y por más que lo intento no puedo evitar la nostalgia que desborda de mi voz.

Estira el brazo a través del frío mármol y su mano alcanza la mía, pasa el pulgar con delicadeza sobre mi piel haciéndome suspirar.

—Avery, hay veces que debemos disfrutar de los momentos sin pensar en cómo será cuando desaparezcan. Solo existe este presente ahora, uno donde tú y yo estamos juntos. —murmura.

Sus palabras sin lugar a dudas me llegan. La mayoría de las veces cuando compartimos un momento así no puedo dejar de pensar en qué pasará cuando acabe, porque eso me aterra, que mis minutos de felicidad se desvanezcan como arena entre mis dedos.

Pero solo existe él ahora, solo existo yo.

Existimos juntos en un mismo lugar y eso me basta.

—Gracias... —susurro.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora