Capítulo 39.

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Fray Mclaguen

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Fray Mclaguen.

Avery me observa atentamente, aunque sus ojos estén fijos en mí sé que realmente su atención está centrada en otra cosa, como los constantes golpes en la puerta, por ejemplo.

Lamo mis labios observándola, los golpes de la puerta poco a poco no se convierten en más que un eco lejano mientras recorro su abdomen y detallo los poros erizados de su piel, es algo que siempre amo de cuando la toco, la manera en que su piel me responde. Es una de mis cosas favoritas en el mundo.

—Avery. —la llamo, sus ojos por fin adquieren reconocimiento y sacude la cabeza.

Con lentitud se levanta, sus pechos bajando por la gravedad y quedando apretados contra la copa del sujetador, haciéndolos lucir redondos y expuestos para mí. El bulto en mi pantalón crece un poco más de una manera que se me está haciendo doloroso, así que aparto la mirada, tomo su camiseta y se la extiendo.

Casi quiero reír por la expresión de Avery de no ser porque yo también tengo la misma, una cara de frustración total.

No era esta la idea.

Pero con nosotros los días siempre son así, inesperados.

Quería pasar el resto del día en la cama con ella, hablar y hacerle el amor una y mil veces más. Carajo, extraño estar dentro de ella.

Bufa y se levanta, sus mejillas sonrojadas pierden el color mientras me observa y el calor del momento se desvanece, le sonrío levemente y acaricio su mejilla, sus ojos se suavizan al instante.

—Ya habrá tiempo. —le susurro.

Los golpes en la puerta vuelven más fuerte, ella gira los ojos, da la vuelta y grita:

—¡Ya voy, carajo, ya voy! —y desaparece tras la puerta.

Acomodo la erección dentro de mi pantalón tratando de ocultarla, salgo de la habitación y atravieso el pasillo hasta llegar a la puerta y me sorprendo al verlo. Tommy está bajo el umbral sonriéndole a una consternada Avery, cuatro maletas lo rodean.

—¡Sorpresa! —grita y abraza con fuerza a Avery, su cuerpo se queda rígido mientras Tommy la sacude con emoción. No puedo evitar sonreír ante la escena.

Ver a las personas que quieren a Avery demostrárselo no tiene precio. Me hace sentir tranquilo y en cierta parte seguro.

Tommy se aleja y Avery por fin reacciona, lo toma de los hombros y escanea su rostro, como si quisiera asegurarse de que en efecto, es él.

—¿No volvías dentro de dos meses? —gesticula por fin ella.

Tommy ríe y le acaricia el rostro.

—¿No te agrada verme? —pregunta con tono fingido de tristeza.

—No, no es eso...

Decido intervenir para darle tiempo de hablar, doy tres pasos y me acerco a ellos, Tommy me sonríe con familiaridad y rodeo a Avery, estrechamos las manos y le doy un abrazo.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora