Dos días viviendo con Derek y ya necesitaba huir de ahí. Voy en el auto con el chófer que él me ha designado, me está conduciendo a la pizzería, voy lista con mi carta de renuncia y la tristeza invadiendo cada espacio de mi ya frío corazón.
Pienso en la primera vez que entré a ese lugar y puedo verme como otra persona, una joven ilusionada por lo que la vida le estaba ofreciendo, ilusa a la realidad que ya la comenzaba a rodear desde hace mucho. Pasé buenos momentos ahí y creo que significa mucho para mí por el hecho de que al menos pude cumplir una de las metas que tenía cuando me mudé de casa de mi madre: Conseguir un trabajo y tener mi propio sueldo. Eso me hace sonreír y relajar un poco los hombros.
Nada es para siempre, lo escuchas todo el tiempo pero realmente no le hallas el significado hasta que lo vives. Porque te das cuenta de que es cierto, nada dura para siempre, incluso aquello que no piensas perder. Hay cosas que se van deshaciendo sin que te des cuenta, sea una rutina, una relación o... Una persona. Eventualmente todo cambia. Lo que siempre tendremos es a nosotros mismos sin importar cuanto cambiemos o lo que hagamos, creo que es la única perdida que no se lamenta.
El auto se detiene y observo a través de los vidrios polarizados la pizzería, es mediodía y está abierta, pero hay muy pocas personas dentro, algunas pasean delante de esta mientras charlan.
—Vuelvo dentro de poco. —le digo a mi chófer, observo por el retrovisor que asiente con la cabeza.
Bajo del auto, cierro la puerta y entro a la pizzería, hoy me he vestido lo más casual posible, como Edwin está acostumbrado a verme. Él está detrás de la barra y sonrío viéndolo como lo he hecho cientos de veces: Lápiz tras la oreja y los ojos clavados en una hoja sobre la barra, seguro está tachando precios viejos.
Respiro hondo, esto va a ser más difícil de lo que pensé.
—Hola. —susurro y tomo asiento, Edwin levanta la mirada y no tarda en dedicarme una maravillosa sonrisa abierta.
—¡Avery! Que sorpresa tenerte por aquí, tus vacaciones aun no terminan.
—No, no han terminado. —me remuevo en la silla, decido terminar con todo de una vez. Le extiendo la carpeta a través de la barra y él la observa confundido.
La agarra, abre e inspecciona, cuando la lee, levanta la mirada, la sonrisa se le ha borrado del rostro.
—¿No estás conforme con tu sueldo? —pregunta con suavidad y tranquilidad en la voz.
Niego rápidamente con la cabeza.
—No, nada de eso, no podría estar más satisfecha con el sueldo. Pero... Ya no puedo trabajar más. —carraspeo y pongo la mano que tiene el anillo sobre la barra, Edwin lo ve y los ojos casi se salen de sus cuencas. —Voy a casarme y me iré a vivir lejos de acá. —digo una media mentira, media verdad.
El silencio nace, como es de esperarse, pues la sorpresa en su rostro no tiene comparación. Odio dar esta noticia así, de la nada, él ni siquiera sabía que tenía novio. Imagino la reacción de mi madre y me congelo. No quiero decírselo, pero no puedo ocultárselo.
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Con todo y defectos
Romance¿Alguna vez algo te ha impactado tanto al punto de saber que eso cambiará tu vida? Eso fue lo que me sucedió, por simple desgracia, por dicha... O por suerte. Sea cual sea la razón, me llevó por caminos que nunca imaginé explorar, sacaron mi valen...