Capítulo 33.

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Avery Morgan

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Avery Morgan.

El sonido de las balas se repite en mi cabeza una y otra vez mientras entro al apartamento, tomo asiento en el sofá y recuesto la cabeza en el borde cerrando los ojos. Todo fue una puta locura, pero la misión fue un éxito y eso me pone feliz, me regocijo al saber que el desgraciado de Derek pensó que se saldría con la suya, pero no fue así.

Es tarde, los autos de San Francisco se oyen distantes mientras recuerdo todo lo que ha sucedido el día de hoy, recordar cómo logré meterme en la misión me hace sonreír, pues resulta que no fue tan difícil encontrar a Fabiana. A diferencia de Derek ella es abierta, le encanta hablar y se encariña rápido con las personas, y eso pasó conmigo, entonces aproveché para entrar en el juego.

Derek feliz lo autorizó, y fue cuando Patrick envió a Darley de su parte, y las tres marchamos camino a esa misión suicida. Aunque, bueno, ellas no se esperaban nada de lo que sucedió.

Recuerdo que luego del altercado ambas estaban muy alteradas, por un momento se volvieron una misma gracias al miedo y la rabia, por supuesto yo estaba aparentando estar igual o más estresada, pero la verdad sonreía por dentro, feliz del logro.

No puedo negar que tenía miedo al quedar atrapada entre las balas y sobre todo... Que algo le pasará a Fray. Oh, él... Fue tan fácil para mí reconocerlo, ese chaleco antibalas y aquel traje militar negro le quedaba tan bien que será difícil para mí olvidarle en mucho tiempo.

Al arrancar la camioneta recuerdo observarlo mientras me alejaba, la paz invadió mi cuerpo de inmediato y solo tenía ganas a pesar de la mierda que hemos pasado de abrazarle, besarle y amarle como solo los dos sabemos hacer.

Me levanto del sofá suspirando y camino a mi habitación, pero me detengo cuando la puerta se abre, mi corazón se dispara cabalgando millas al saber que es él. Me giro y lo veo parado en la puerta con mechones pegándose a su frente debido al sudor, tiene un moretón que se está poniendo violenta en el pómulo y respira pesadamente, como si hubiera estado corriendo para llegar aquí; aun lleva el chaleco y el uniforme.

Cierra la puerta con su pie sin dejar de mirarme, la confusión se apodera de mi pecho. ¿Debería abrazarlo? ¿Qué hago? La voz de mi consciencia me susurra que lo haga, que estamos perdiendo el tiempo alejándonos, pero callo a toda mi cabeza cuando es él quien se acerca a mí y sin perder un segundo entre sus manos me abraza fuertemente enterrando la cara en mi cuello.

Me quedo pasmada unos segundos en los que siento al calor de su cuerpo unirse al mío, su olor llena mis fosas nasales y cierro los ojos inhalando profundamente, el olor me cala los huesos haciéndome reaccionar. Lo tengo aquí, conmigo, después de una situación tan peligrosa, y debo agradecerle a la vida por eso.

Lo rodeo con mis brazos cerrando los ojos, sintiéndome de pronto tan abatida y eufórica que temo desvanecer en sus brazos en cualquier momento, y sé que lo mismo le sucede a él. Tenemos miedo de perdernos. Sonrío entonces levemente entregándome al momento, a sus brazos, a su cabello rozando mi mejilla provocándome cosquillas y a lo tranquilo que es sentir su respiración calmada en mi cuello erizándome la piel.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora