Capítulo 50.

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Agobiada por sus palabras y por lo que hace, solo soy capaz de balbucear algo que ni yo misma entiendo

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Agobiada por sus palabras y por lo que hace, solo soy capaz de balbucear algo que ni yo misma entiendo. Fray me sonríe y aparta la regadera, dejo escapar todo el aire con piernas temblorosas y observo como cierra la llave, el agua deja de salir.

—Lo siento, en serio, Fray. —comento con la respiración acelerada.

Se pone de pie, acerca su cuerpo al mío y roza nuestras narices.

—Lo sé. —susurra.

Me toma de la cintura, abre las puertas y sale de la ducha, yo lo sigo, se detiene justo frente al lavamanos y me obliga a retroceder hasta que mi espalda choca contra la barra, ahogo un suspiro y Fray comienza a besarme, con delicadeza al principio, amasando mis labios con paciencia y anhelo; mis manos recorren su cuello y rostro al tiempo que la velocidad del momento aumenta y el inocente beso se vuelve uno mucho más atrevido.

Aleja su boca de la mía y me da la vuelta, nuestro reflejo aparece en el espejo y me muerdo el labio, es una imagen celestial.

Él detrás de mí, alto, observándome, sus anchos hombros en comparación con los míos hacen que nuestros cuerpos sean distintos, pero que a la vez se complementen bien. Nos complementamos muy bien el uno al otro.

Comienza a besar mi cuello, desliza las manos desde los costados de mi cintura hasta mi abdomen, no aparto la mirada del espejo mientras observo cómo sus dedos se cuelan entre mis piernas, y en un reflejo las separo, ganándome así una mirada suya a través del reflejo.

Cierro los ojos cuando comienza a mover su pulgar en círculos sobre mi clítoris, presionando para crear lo que justo ahora necesito. En ningún momento sus labios abandonan mi cuello, y se deslizan hasta el lóbulo de mi oreja, donde su respiración envía cosquilleos por mis brazos.

—Abre los ojos. —ordena y lo hago.

Mis mejillas están rojas, mi cabello se encuentra revuelto y es satisfactorio el cambio de mi cuerpo al estar con él. Me veo sensual, y es erótica la manera en que su mano se mueve imperceptiblemente al estar trabajando en mi centro, logro ver sus venas brotar ante el esfuerzo, y conlleva todo de mí no correrme en ese instante.

—Fray, voy a...

—No. —dice. —Sé una buena chica y habrá más para ti esta noche.

Me sonríe de forma perversa, sus ojos están empañados en deseo. Trato de retener el orgasmo, la presión se vuelve insoportable y parece disfrutar de lo que hace, pues acompaña sus movimientos con un dedo en mi interior, gimo suavemente, mi vientre quemando al tiempo que lo desliza fuera y dentro.

—¿Qué pasa? ¿Es mucho para ti, Morgan? —ronronea en mi oreja.

Inclino la cabeza atrás y hundo la mano en su cabello, tiro de las hebras y puedo sentir el calor subir por mi cuerpo mientras resisto, hasta que siento que ya no podré retenerlo más... Entonces se detiene y desliza con cuidado su dedo fuera de mi interior.

Con todo y defectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora