—Avery Morgan. —contesto en un susurro, aun impresionada.
Fray pone una mano en mi espalda llamando mi atención, puedo ver en sus ojos que está asustado, dudando de si traerme ha sido lo mejor o no.
Le sonrío con seguridad antes de girar la cabeza de nuevo a la señora Diana.
—Un gusto, linda. —su tono de voz detona carácter, pero parece ser algo natural de ella, ya que la manera en que pronuncia las palabras resulta ser demasiado suave. —¡Pasen! Los estamos esperando.
¿Nos están esperando?
Entro a la casa con Fray a mi lado, Diana nos da la espalda caminando animadamente y luego se gira a nosotros.
—Esperen un segundo, ya vuelvo. —dice y corre por el pasillo con rapidez.
—Avery, perdona por traerte así... —dice Fray inclinándose para hablar en mi oído, en sus palabras hay pesar.
Giro y lo beso con rapidez, al alejarme, la confusión baña sus facciones.
—No estoy asustada ni molesta, solo me siento extremadamente halagada... Nunca pensé que en serio querías que yo conociera a tu madre. —mis palabras parecen aliviarlo.
Y es lo cierto, no estoy asustada, ni nerviosa, solo me siento especial. Si, esa es la palabra. Especial porque Fray me presente esta parte de su vida, que me tome tan en serio como para hacer esto.
Estoy encantada, y aunque no estemos en el contexto correcto, es como un aire de normalidad que le sienta muy bien a mi vida.
—Quiero que seas parte de cada aspecto de mi vida. —contesta y veo a sus hombros relajarse.
—Gracias por permitírmelo.
Comienzo a analizar la estancia y quedo boquiabierta, no me había dado cuenta hasta ahora de lo amplia que es, dos escaleras de caracol se extienden frente a nosotros formando un diminuto circulo, en medio de este, hay una alfombra que sigue el mismo patrón de color azul, un sofá gris está frente a el y a su izquierda un ventanal permite entrar a la luz; el piso sobre el que estamos parados es de cerámica, hay estatuas de ángeles en cada esquina y algunos floreros altos y elegantes, los cuadros predominan otorgando color, y el candelabro que está colgando en el techo, justo en el medio de la sala, no tiene otra palabras más que extraordinario.
La señora Diana aparece en la izquierda de la estancia, y tras ella su esposo, el señor Robert.
Él viene en un traje azul agua marina, vestido totalmente distinto a su esposa, quien parece ser más libre a la hora de elegir su atuendo.
Ella camina rápido hacia Fray y le echa los brazos alrededor del cuello, lo estrecha con fuerza y él le corresponde, mi corazón se contrae observando la tierna escena, y me siento feliz de poder ver el amor paternal que hay entre los tres.
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Con todo y defectos
Romance¿Alguna vez algo te ha impactado tanto al punto de saber que eso cambiará tu vida? Eso fue lo que me sucedió, por simple desgracia, por dicha... O por suerte. Sea cual sea la razón, me llevó por caminos que nunca imaginé explorar, sacaron mi valen...