Lady Dimitrescu
Advertencia:
Historia no apta para todo público, contiene escenas +18
Meribeth Borst es una hechizera prácticamente de distintas magias siendo la principal la magia oscura e ahí por qué el apodo de "bruja".
Tras un insistente con las...
Despierto acalorada envuelta en las cobijas, miro a mi alrededor aún adormilada. A medida que fui tomando conciencia me doy cuenta de que mi Lady no está conmigo.
Me siento sobre la enorme cama y abro las cortinas atandolas a los lados.
El cielo ya está iluminado.
Alcina no está por ningún lado de la habitación, brinco del susto al ver a la muñeca de mi misma mirandome fijamente, aún que fue un regalo de Donna enserio es aterradora, ¿así es como me veo yo?. Parece gustarle a mi Lady ya que la conserva aquí. En fin debo buscarla, seguramente estará en la bodega de los barriles de vino. Camino por cada uno de los pasillos asta el lugar mencionado, pero no está ahí.
En la chimenea de la sala principal han arrojado la ropa de un hombre, debió escapar alguien, eso explicaría por qué no e despertado con mi amada a mi lado.
Sigo caminando, asta llegar al comedor, abro las puertas que dan al patio. Voy al centro en dónde está la estatua, estás estatuas que hay en el castillo siempre me han causado una sensación extraña.
Continuo buscando el paradero de mi Lady.
La encuentro en las mazmorras asegurando las celdas de dos sujetos. Se ve ocupada será mejor que me vaya.
- ¿Te vas sin dame los buenos días querida? - la voz de mi amada me detiene.
- Creí que estabas ocupada mi Lady.
- Antes lo estaba, se escaparon tres alimañas, uno de ellos estaba armando - arroja una pistola al piso.
- ¿Ya está muerto? - tomo el arma y la analizo, esto viene de la ciudad. Vuelvo a dejarla en el piso.
- Si, lo esta - dice pateando un cadáver envuelto en una manta - Subamos, tengo algo que darte - sonríe ignotisandome al instante, me encanta esa bella sonrisa.
Voy detrás de ella como todo un perrito siguendo a su dueña. Se quita los guantes y los avienta al sofá, toma una caja que estaba descansando sobre la chimenea y me la entrega.
Acepto el obsequio, pero también apriciono su mano con la mía para repartirle besos subiendo cada vez más asta su brazo, obligándola a agacharse a mi altura. Ríe y deposita un beso en mi frente.
Abro la caja, dentro está un lindo collas de algún metal que seguramente es muy valioso, su dije tiene la forma de una flor con dos espadas.
Este símbolo ya lo e visto en una de las puertas de el castillo.
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- ¿Estás marcando territorio de esta forma Lady? - digo picara.
- Solo es un pequeño detalle para que no olvides a dónde perteneces ahora, querida - lo dice tan posesiva, pero para nada me causa miedo si no que el efecto contrario.
Me coloca el collar alrededor de el cuello. Abrazo a mi Lady emocionada, ella corresponde.
- Lo cuidare con mi vida - dramatizo.
Mi Lady posa sus labios sobre los míos, robándome un beso. Se aparta para conectar sus hermosos ojos dorados con los míos.
Toco el borde de su boca con mi dedo pulgar, trazando su forma, siento como su respiración se acelera, bajo mi mano por su cuello, su clavícula y me detengo en el comienzo de sus pechos. Ella estaba por protestar por que siga bajando pero ahora fue mi turno de robarle el beso.
Mis dedos agarran sus rizos negros, tiro de ellos notando como un pequeño gemido se escapa de su garganta, nuestras lenguas se tocan otra vez y parecía que ambas estamos desesperadas por ver quién era más rápida, más profunda.
Alcina vuelve a soltar un gemido al ser yo quien termina dominando su boca, se separa unos segundos, poniendo atención en mis manos que comienzan a pasearse sobre sus pechos.
No tardamos más que unos instantes en volver a unir nuestras bocas. Está vez el beso es lento y profundo.
Aprieto sus pezones aún por encima de la tela de su vestido.
Adoro estos momentos de pasión dónde ninguna es capaz de controlar sus instintos.
°°°
Camino por la nieve siguendo la dirección donde está Miranda y Donna.
Al llegar ambas me encuentro con la segunda afuera de la cabaña, iba saliendo.
- Meribeth que suerte encontrarte - dice la mujer con su voz tranquila dejando a un lado la muñeca.
- ¿Paso algo?.
Asiente con la cabeza - No es madre Miranda, es Moreau - seguido me enseña lo que parece ser un cristal parecido al pez en que se había convertido la creatura la última vez - Está muerto.