No más mentiras

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-Por más que lo pienso, no logro entenderlo Thomas- sollozaba Soledad- tú no eres así, jamás has sido tan impulsivo.

-Ma... mamá- intentaba decir Thomas.

-Siempre fuiste tan aterrizado, calmado, eras más racional, ¡mira que locura!, casarse de verdad ¿Qué sucederá cuando termine todo esto?, ¿Se divorciarán?- gritaba.

-¿Papá por favor?- pidió el chico mirando a su padre.

-Soledad, déjalo hablar- dijo secamente - creo que él debe explicarnos varias cosas y que lo critiques no soluciona nada.

-Gracias- miró a su padre, suspiró- Mamá, estoy cansado de lo mismo de siempre, no soy un bebé, soy un hombre y tomo mis propias decisiones, hace algunos años ya pasé la mayoría de edad y creo tener buen juicio para saber con quien quiero pasar el resto de mi vida - habló calmadamente- creo que a estas alturas no necesito tu permiso, ni consentimiento, quizás algún consejo o algo, pero no que controles toda mi vida.

-Thomas, estas completamente equivocado bebé- expresó Soledad- no es así.

-¿Mamá te escuchas?- interrumpió- no soy tu bebé, Daniela, Christian son tus bebés. 

-Hijo, siempre serás mi bebé- contestó ella- y para tu padre también.

- Thomas- intervino Emil- no te veo como un bebé...

-Emil...- interrumpió Soledad, pero un gesto de su marido la hizo callar.

-Como decía, Thomas, eres un hombre, hecho y derecho, te crie con valores y sé que tienes muchísimas virtudes, confío en ti y en tu juicio, pero siento que te has precipitado- le confesó a su hijo- Matilda es una chica maravillosa, fuerte, valiente, inteligente y guapa, un complemento perfecto para ti, pero a su vez juntos, ustedes han pasado por situaciones que jóvenes de su edad no han pasado.

-Pero eso nos une papá y yo la amo, la adoro y quizás para ustedes es precipitado, pero para nosotros no, es más, Matilda se enteró que esto era legal cuando tuvo que firmar- confesó dejándolos perplejos.- Yo planeé esto, Matilda no tuvo nada que ver y si tengo que afrontar consecuencias las haré, pero las haré con la mujer que amo al lado.

Por otra parte el silencio reinaba en la habitación continua, Ade bebía un té sentada en un sofá, mientras que Helena encendía un cigarrillo y a su vez Samuel se servía un vaso de wisky.

-¿No crees que es muy temprano para estar bebiendo?- cuestionó Ade rompiendo el silencio- Nadie va a hablar- preguntó y fue seguida de un silencio- pues yo sí- suspiró- Matilda, cariño- se acercó a la chica la cual miraba fijamente el piso- Jamás debes bajar la mirada, debes estar orgullosa de las cosas que haces, sean buenas o no, por que por algo lo hiciste- cogió la cara de la chica y la levantó, haciendo que ambas miradas se encontraran- Amas mucho a ese chico ¿eh?.

-Si abuela, lo hago y mucho, él ha sido estos últimos once meses, mi todo-comenzó a llorar.

-No, sin llorar, no quiero que estropees tu maquillaje y tu vestido, te ves preciosa y admiro tu valentía, sé feliz, yo a tu edad ya lo era con tu abuelo - sonrió y la abrazó.

-Gracias abuela, muchísimas gracias- contestó Matilda abrazándola de vuelta- Significa mucho para mi.

-No dejaré que a mi única nieta no la dejen ser feliz- miró a Helena y Samuel- lo hecho, hecho está, las cosas hay que vivirlas como se deben vivir, y Thomas es un buen chico, me salvó mi vida y sé que hará todo lo que esté a su alcance por tener a Matilda feliz.

-Lo sé mamá- respondió Helena- lo tengo claro, pero las cosas no se deberían haber dado así.

-Fue precipitado- intervino Samuel- son irresponsables, ¿como nos hacen esto?.

Mi eterno amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora