Luna Negra [El Comienzo...]

Capítulo 38 (E)

Los primeros amores que la vida nos presenta terminan de una u otra forma; distancia, caminos diferentes, engaños, pérdida de sentimientos o muerte, la última puede ser una de las más dolorosas y menos deseada.

Mi cuerpo se mantenía intacto, no podía ni quería creer la imagen que tenía frente a mí, no podía creer que perdí a otra persona más, no a él.

Toda historia tiene un principio, desarrollo y final. Y a veces el final es más rápido de lo que duro el libro, el capitulo fue corto, demasiado para mi gusto.

Mi vista se nublo por las lagrimas, las mismas que le dieron un cálido abrazo a mis mejillas, el grito resonó pidiendo despertar, sabiendo que eso no sucedería.

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NOTA: Pequeña e inocente broma, mis lector@s.
Ahora si, les dejo el verdadero capítulo. Espero les guste y que disfruten.

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Puedo decir que experimenté el miedo, mis latidos se detuvieron después de su ritmo tan acelerado, mi respiración olvidó como funcionar y mi vista se quedó intacta pero borrosa. El grito pidió salir, pero no logró emitir sonido alguno, todo pasó de gris a negro por unos momentos.

Su mirada se mantenía firme, no tenía miedo alguno, no tenía arrepentimiento. Su cuerpo estaba inmóvil igual que el mío.

Las carcajadas a mi lado se hicieron escuchar, no me importaba distinguir si era por felicidad o diversión, solo quería zafarme del tacto de estas personas y correr a él.

—¿Enserio crees que acabaríamos contigo? —el hombre se carcajeó de sobre manera.

El chico a mi lado me soltó y por fin pude correr a él.

No me detuve en secar mis lágrimas, corrí lo más rápido que pude hasta poder sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.

Lloré en su pecho y maldecí a lo bajo.

—Eres un idiota ¿cómo pudiste hacer eso?, me conoces hace poco, maldito imbécil. Piensa con la cabeza aunque sea una vez —sollocé como pude aferrándome más a su cuerpo—, eres un completo idiota.

—Tranquila, cachorra. No permitiría que te lastimaran —murmuró sobre mi cabeza.

—Eso no te quita lo imbécil e idiota.

Ríe a lo bajo y besó mi cabello, levantó un poco su cabeza y su mirada seria volvió.

—¿Qué es lo que quieren? —preguntó de forma dura.

—Saber si eras digno de estar con ella — el chico respondió.

—¿Qué relación tienen ustedes con ella?

—Larga historia.

Los miré con desconfianza.

—Lo siento por lo de antes, no queríamos dañarte —el chico me miró.

—No dañaríamos a nuestra nena, pero como dije, teníamos que saber si el perro supremo la cuidaría aun sin ser mates.

Mis ojos se abrieron de sobre manera a la confesión del caballero.

—¿Su nena? —pregunté confundida.

—Prefiero contar la historia en otro lugar.

Miramos detrás de nosotros viendo a los lobos llegar junto a la señora Luci, ella se bajó del lomo de su pareja y caminó hasta las tres personas.

—Vieja amiga —la mujer sonríe y abrió sus brazos.

—Tanto tiempo, Alanna —la señora Luci abrió sus brazos correspondiéndole el abrazo.