Capítulo 25 (E)

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No me había dado cuenta de lo solitario que era el departamento, me acostumbre a estar en silencio y sola la mayor parte del tiempo además de la prepa. Cuando conocí a Camille y los días que estuve con ellos era poco el silencio que se presenciaba y ahora es raro volver a casa, encontrar todo en completo silencio y a oscuras.

Más de una semana ha pasado desde que volví y todo volvió a su monotonía, de la escuela al departamento o en algunos horarios al trabajo.

Con las chicas no he vuelto a hablar y a Cam lo he visto una que otra vez en el trabajo pero Alex me ha sido de mucha compañía, ayer vino a acompañarme durante la noche y se fue en la madrugada.

Miré mi celular al empezar a vibrar sobre la mesa de noche.

¿Paso por ti o voy?.

—¿Vendrás hoy igual? —pregunté un poco desanimada.

Quería invitarte a una fiesta que harán hoy Alex habló con entusiasmo.

—¿A qué hora?.

Paso por ti en media hora.

—¡¿Media hora?!.

Cualquier cosa te queda bien se ríe a través de la pantalla.

—Bueno ¿irán los chicos?.

Sí, nos juntaremos con ellos en el lugar, es a cinco cuadras de tu departamento.

—¿Nos vamos caminando? —sonreí sin que me viera.

Si tú quieres paso por ti caminando.

—Bueno, gusanito —reí después de lo último.

Prepárate, manzanita.

Quedé mirando el celular por unos minutos, me levanté de la cama y fui al armario, tomé una toalla y ropa interior.

Hace frío pero si saldré tendré que bañarme de igual forma. Busqué alguna canción mientras me despojaba de mi pijama y nivelaba el agua.

El timbre del departamento llamo mi atención, Alex llamó hace menos de diez minutos.

Salí de la ducha con el cabello mojado y tomé una polera ancha que tenía sobre uno de los muebles mientras caminaba a la puerta me puse la polera.

—Te tocará esperarme, me ducho y nos vamos —abrí la puerta sin mirar quién era y di media vuelta.

—Que buena forma de bienvenida —su asquerosa voz llenó el lugar.

Mis pasos se detuvieron de forma brusca, mi cuerpo se heló y una leve corriente de nervios y miedo inundó mi cuerpo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sin darme la vuelta.

—Tenía muchas ganas de verte — escuché su macabra risa.

—Ya me has visto, te puedes largar.

—¿Así me recibes, gatita?.

—¿Por qué todos los vagos asquerosos tienen que usar ese apodo? —pregunté con asco.

—Las presas parecen gatitos —escuché sus pisadas acercarse—, y eso es encantador —murmuró.

—Lárgate —hablé seria.

—¿Qué diría tu madre si viera lo maleducada que eres, gatita? —ríe.

—Ante gente como tú me daría un trofeo —giré mi rostro.

—Mi hermano estaría decepcionado de tus acciones —su típica risa macabra se volvió a escuchar.

—Mi padre me felicitaría —giré mi cuerpo quedando frente a él—, ante gente como tú ellos no me reprocharían.

Luna Negra [El Comienzo...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora