Capítulo 59 (E)

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Abracé mis piernas recostando mi espalda en el respaldo de la cama, me quedé viéndolo entrar a la habitación.

—Bonita polera —se burló.

—Recuerdo que dejé de él —murmuré.

Traía solo una polera que en algún momento fue de Dexter, era color negro y por obvias razones me quedaba grande y larga.

—Puedes quedarte el tiempo que necesites —se sentó en la cama—, eres una hija para mi madre y para nosotros una hermana.

—Gracias —murmuré—, pero solo será por esta noche o dos —me reí con lo último.

—Salieron a ver a mis abuelos —se levantó de la cama—, llegan mañana.

—¿Vemos una película? —pregunté.

—Sí —me miró—, ¿hasta aquí quedó todo? —preguntó melancólico.

Bajé la mirada y negué, suspiré y lo volví a mirar.

—Si vuelvo a la manada los mataran — suspiré—, por ahora no hay peligro — reposé mi cabeza en el respaldo de la cama.

—Fingiste muy bien —murmuró mirando un punto fijo—, espero que en un futuro aun quiera escucharte.

—Espero lo mismo —murmuré.

—Bien —me sonrió—, te espero abajo, mientras buscare alguna película.

Reí y asentí, salió de la habitación. Suspiré abrazando mis piernas, miré por la ventana, las cortinas estaban abiertas.

—Luna llena —murmuré recostando mi cabeza en mis rodillas.

Mi cuerpo ardió de golpe, apreté mis dientes y tensé mi cuerpo, arrugué entre mis manos un pedazo de tela, cerré mis ojos con fuerza y jadeé de dolor.

—Mierda —susurré adolorida.

Miré el techo, sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo, tragué saliva con dificultad y me quedé unos segundos sin moverme esperando que el dolor pasará, traté de regular mi respiración de a poco, mi cuerpo se calmó y me levanté con cuidado.

Al principio mis piernas flaquearon, tomé el tiempo que mi cuerpo necesitara y caminé despacio a la puerta, la abrí con cuidado y salí de la habitación, bajé las escaleras con precaución a que el dolor volviera mientras bajaba las escaleras.

Miré a la sala, las luces estaban apagadas y el televisor encendido, su silueta en el sillón dándome la espalda.

—Iré a buscar algo para beber y vengo —murmuré.

No respondió y se concentró en buscar algo, entrecerré mis ojos y fui a la cocina, abrí la nevera y saqué una soda.

—¡¿Te llevó algo?! —grité.

No hubo respuesta, me encogí de hombros, cerré la nevera y abrí la lata, la acerqué a mis labios y sorbí girando sobre mis talones, miré al frente.

Mi cuerpo se tensó, un poco de bebida se derramó por mis labios a mi cuello y mandíbula y una línea recorrida mi pecho, mis ojos se abrieron en sorpresa y susto, dio un paso a mi dirección y la lata se cayó ensuciando el suelo.

—¿Qué haces aquí? —mi voz sonó con temor.

Retrocedí a medida que avanzaba a mí. Su mirada estaba oscura, su semblante tenso y serio, su cabello desordenado, algunos mechones caían de forma rebelde por su frente, traía unos pantalones con el cinturón desabrochado y sin polera.

—¿Qué haces aquí? —volví a preguntar mirándolo de pies a cabeza.

Choqué con la barra de la cocina, miré detrás de mí y volví la vista al frente, jadeé en sorpresa al ver su pecho frente a mí, alcé la mirada conectando con la suya, una de sus manos se apoyó en la barra y la otra subió a mi mejilla, se encorvó y lamió sin prisa el liquido de mis labios, su lengua recorrió por mi barbilla hasta mi cuello.

Luna Negra [El Comienzo...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora