(Eso es...)
Errante tenía Auras flotando en sus ojos. Mirando la chimenea en la que Aiden se había apoyado, flotaba un especie de polvo de color negro carmesí. La mota de polvo que flotaba cerca de las baldosas era tan pequeña que apenas si era visible, pero fue suficiente para que Errante la notará.
-*Suspiro* No sé si la dejaste a propósito, pero lo tomaré. Espero que no te arrepientas.
Agachándose sin mucho interés, Errante acercó su mano a la mota de polvo. Tras unos segundos con los ojos cerrados, Errante los abrió con total indiferencia.
-Tener varios elementos me ayudara a mejorar mi comprensión de cómo funcionan, pero... no me gusta la idea de usar los que los demás tienen...
No era un orgullo fundado por querer alzarse sobre los demás con sus propias habilidades, era su deseo de no anteponer sus intereses sobre el esfuerzo de los demás.
Errante, cargando con la soledad de alguien inhumanamente superior, no podía sencillamente disfrutar el poder hacer todo lo que quisiera.
-... ¡Agh¡ ¿Q-Qué es- *Ghg* esto!?
Errante había envuelto su mano en una neblina negra con toques carmesíes que se veían como manchas de sangre. Repentinamente, un dolor punzante recorrió todo su cuerpo.
Cayendo de rodillas, Errante afirmo su cabeza con su mano izquierda.
«Ayudaaaa~» «Sálvame~» «Sáquenme de aquí!» «Yo no debería estar aquí!»
Voces siniestras y desesperadas resonaron en su conciencia, rogando deseosos de que alguien los rescatará del lugar en el que estaban.
-*Ghgg*
La visión de múltiples cuerpos borrosos rasgando sus pieles con sus propias manos, empujándose unos con otros gritando en agonía. Sangre borbotando por todos los rincones. No había escapatoria del mar carmesí y el miasma corrosivo de matices opacos que engullía a cada uno de ellos lentamente.
El dolor, la desesperación, la soledad, el arrepentimiento, la búsqueda del perdón. La negatividad inundaba la consciencia de Errante sin piedad, buscando el corromper hasta el más recóndito rincón de la misma. Viendo la muerte, experimentándola a través de otros, Errante perdía lentamente la cordura.
«¿Qué significado tiene vivir? ¿Para que continuar? ¿Qué importa lo que hagamos? ¿Puedo matarlos, verdad? ¿En cien años a nadie le importara, verdad? Vamos, déjenme hacerlo. Puedes hacerlo, matarlos a todos ¿No? Sabes que quieres, lo deseas. Nadie te podría detener, vamos, hazlooo~»
Voces susurraban maliciosamente en sus oídos, tratando de convencerlo. Errante tenía una voluntad débil, sin saber cómo solucionar sus problemas con el resto del mundo, decidió que lo mejor para él y para ellos era que se aislará. Su existencia no debía ser algo que fuera liberado, una que pasará a la historia.
Convencido de ello, no se esforzó nunca para pasar más haya. No, de hecho, cuando intentaba cosas similares, solo se topaba con la desesperación de la gente abandonando sus sueños al verlo. ¿De que le servía poder hacer de todo, si no podía obtener lo único que deseaba?
Desesperado, hundido en el odio, Errante pensó "Los odio a todos, y más me odio a mi" Había algo que tenía que hacer con ese odio ¿Qué más seria aparte de matarlos a todos?
-¿Q-Qu-?
Gritos de pánico surgieron, una visión de alguien acabando toda forma de vida que se cruzará en su camino arremetía violentamente en su conciencia. La naturaleza, la humanidad, razas reconocidas y algunas más haya de la fantasía..., Dioses. Todas las formas de vida, eran aniquiladas sin la capacidad de defenderse contra el monstruo genocida más demente que pudo haber engendrado la existencia.
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Historias de Dioses y Mortales
AdventureTras catorce años de vida, nunca fue capaz de encontrar algo que le fuera difícil de hacer, nunca sintió lo que era vivir una historia interesante, llena de esfuerzo y dedicación. Sin más interés en su mundo y descartando el desarrollar su historia...