Historias de Dioses y Mortales

Capitulo 40-Putrefacción olvidada

La tensión en el aire no dejaba de aumentar, el sonido de los pájaros, del viento, nada de eso era capaz de relajar la hostilidad exudada por el grupo de que buscaba derramar la sangre de Errante.

El líder, un hombre de un metro ochenta, con un cuerpo que pese a estar cubierto en su totalidad por gruesas prendas, demostraba una fuerza intimidante.

Sus tres subordinados, que eran casi de las mismas características físicas, palidecían en la capacidad de intimidar como lo hacia ese hombre.

Aun así, ninguno de ellos era débil, incluso la mujer quien se suponía que era una especialista en el rastreo, se veía bastante fuerte.

Ese grupo, compuesto por personas élites, estaba pensando solo una cosa, en completa sincronización; ¿Podremos ganar?.

La duda había sido sembrada, una oportunidad de razonar había aparecido.

El líder, quien era el único con la responsabilidad de decidir, mantenía una expresión molesta, no, enfurecida por ese pensamiento de duda que no paraba de susurrarle al oído.

Su objetivo estaba enfrente de él, la oportunidad de terminar su misión sin más distracciones había aparecido. No podía dudar más, era el momento de decidir.

-*Toz* Si puedes derrotarnos a todos sin matar a ninguno, consideraré revelar toda la información que deseas, Errante.

La única regla había sido dictada, la mente del líder había llegado a una respuesta.

Si, subestimar a ese joven fue un error catastrófico, pero sus oportunidades de matarlo ciertamente no eran cero. Ambos lados tenían diferentes intereses, uno quería hablar, el otro quería matar, una norma justa que satisficiera a ambos debía establecerse.

Todo el grupo miro impresionado al líder, no sabían si admirarlo por su audaz y astuta manera de desviar la responsabilidad de decidir que pasaría ahora a Errante, o si reprocharle su desvergüenza por revelar tan indirectamente la ventaja abrumadora que ellos tendrían en combate.

Sin embargo, no era tan simple, en esta situación, bajo la premisa de que el contrincante les podría haber dado información falsa sobre los parámetros de sus habilidades ¿Qué otra opción tenia?

Obligarlo a derrotarlos sin matarlos, mientras que ellos si podían usar todas sus fuerzas para acabar con su vida, les traería una ventaja absoluta que los ayudaría a salir vivos en el impredecible caso de ser derrotados. Esta era la única solución que pudo pensar para salvar tanto su vida como la de sus subordinados.

Claramente, habían lagunas en su petición que podrían inquietar a Errante, ellos bien podrían simplemente mentir o el líder podría hacer que algunos de sus subordinados en un momento decisivo lo detengan para que los que tengan más información escapen, incluso ni siquiera estaba confirmado que le darían la información, puesto que el líder menciono el considerarlo nada más.

Y así, otros desenlaces desfavorables para Errante podrían pasar. Pero esto era su culpa ¿No? Él era el que quería dialogar en lugar de matar.

Si de verdad prefería el diálogo antes que el conflicto, está debería de ser una opción más que viable para él. Rechazarla no estaba en sus opciones, eso era lo que pensaba el líder con su mente ya enfriada gracias a su buen juicio.

-….

Silencio, Errante no contestaba a las palabras del líder, no parecía haberles dado el más mínimo nivel de relevancia.

Él estaba ahí parado con total despreocupación, la seriedad que hubo en su mirada por unos segundos, se había esfumado sin que nadie pudiera recordar que estuvo presente.

Nerviosismo, dudas, inquietud, expectación, todo el grupo esperaba el momento en que Errante hablará.


-*Suspiro*…

Suspirando hacia un lado con fastidio mientras rascaba su cabeza, Errante miro despectivamente al líder.

Lo cual lo sacudió con molestia e incomodidad, sus ojos gradualmente se apretaron arrugando la piel de su frente.

-Eres muy ambiguo, líder. Al menos deberías especificar si quieres que sea un cinco contra uno o si quieres que sea una pelea con relevos.

¿Esa era la razón de su expresión? ¿Ambigüedad? El líder, sus subordinados, ninguno podía seguir el ritmo de la actitud del joven.