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—¿Aún sigues aquí? –gruñe Gizel meneando las manos hacía todos lados para llamar mi atención después de quedarme en blanco unos segundos por discutir con Cillian.

—¿En qué estábamos? –pienso un segundo y me lanzo sobre Janeth, empujando a un herido Cillian lo más lejos de los guardias y de Gizel como me es posible– ¡Ah sí! ¡Te haré mierda!

Forcejea y me rasguña la cara, pero no la suelto. Estando en el suelo la tomo del cuello y empiezo a aporrearla a puño cerrado una vez tras otra sin parar. Ella grita y patalea, buscando aferrarse de algo, pero no hay nada más que el gélido aire del Inframundo.

—Si ella te prometió poder te aseguro de una vez, que no lo va a compartir. –me detengo y ladeo la cabeza sin soltarle el cuello– Pero yo te prometo algo que sí puedo cumplir. –acerco su cara magullada y sanguinolenta– Te haré una tumba digna de una hermana traidora.

—Tú... no eres... –hace gárgaras con la sangre que se acumuló en su boca y la escupe tratando de lanzarmela, pero yo le encajo más las uñas en el pescuezo y la saliva con sangre termina bajando por su cuello– Jamás te consideraré... mi hermana.

—Pues ese es todo un placer. –tomo la espada y le arranco la cabeza de un tajo– Nos vemos en el infierno, perra.

Me levanto y miro a una Gizel muy asustada que está hecha ovillo en el suelo mientras Cillian y el Oficial Meléndez golpean a los tres guardias que protegían al eslabón marchito.

—Toda suya, Comandante. –gruñe el Oficial y yo me dedico a sonreír con malicia y a limpiar la sangre de mi arma en mi short con tranquilidad.

*Narra Cillian*

Irka se levanta del suelo con la cabeza de su hermana en la mano y yo aguantó una arcada.

Gizel está asustada y eso le fascina a Irka. Se le nota en esa mirada terrorífica que esta proyectando. Limpia la sangre de la espada en su short y se acerca con ese aire depredador que pondría de rodillas a cualquier presa.

No quiero ver la escena así que me volteó y me topó con los ojos furiosos del ex de Irka, un tal John no sé qué. Me toma por el cuello y me apunta con un arma a la cabeza mientras al Oficial Meléndez lo entretienen tres guardias más.

Nunca creí que estaría en medio de una guerra de este tipo. Todos pelean contra todos. Los gritos abarcan todo el espacio en mi mente, así como el sonido de huesos rompiéndose con violencia y las armas de fuego activándose una y otra vez sin descanso.

El cañón que está pegado a mi sien comienza a calentarse con mi calor corporal. Ahora estoy sudando y casi estoy empanizado de tierra y lodo.

>>Estoy cagado del susto, Irka<< grazno en mi cabeza con la esperanza de que lo escuche y parece que sí lo hizo.

Una Irka asustada mira violentamente a su alrededor buscándome y cuando me encuentra suelta a una magullada Gizel como si hubiese perdido el interés en seguirla sacudiendo como muñeca de trapo viejo.

—Pedazo de escoria. –se limpia la boca que estaba manchada con sangre de su hermana– ¡Sigues con vida, malnacido!

Una risa sonora y estrangulada brota de la garganta de John.

—¿Qué tal princesa? –pega más el cañón a mi cabeza y yo cierro los ojos rezando para que a este pendejo no se le salga un tiro por accidente.

—Suéltalo en este instante y consideraré ser misericordiosa. –gruñe Irka con una mirada desbordada de ira.

—Quiero que me transmitas tu poder ahora o le pego un tiro a tu novio. –dice John detrás de mi, yo sé que ese perro está sonriendo.

—Si te lo diera, no tengo certeza de que él saldría con vida de tus garras. Por lo tanto no me parece un trato justo. –responde Irka con cara de desprecio, hablan de mi como si fuera mercancia, pero si logra salvarme olvidaré que me hizo sentir ofendido– Aunque tiene su atractivo. Una pizca de mi poder te... oye, que buena idea.

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