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Lo peor de dormir no es el hecho de no soñar, sino el hecho de hacerlo. Pero como todo sueño, siempre llega su final y no es más que el inicio de una nueva pesadilla.

Dentro del departamento suena mi alarma avisándome que a llegado el momento de despertar y sobrevivir a un nuevo día y esta vez, dentro de una Universidad.

¡Oh suerte la mía! Estaré rodeada de personas irritantes con voces chillonas y actitudes de mierda.

No fui creada con una tolerancia desbordante, sino más bien con una furia interna que me resulta a veces poco contenible, pero me las apaño para no meterme con nadie más allá de unos cuantos golpes, lo que en sí es un sacrificio.

Tengo una pelirroja amiga llamada Lía, que insiste en que vaya a la Universidad para readaptarme a este mundo tan cambiante, aunque sé perfectamente que no soy normal debo fingirlo, porque de hecho soy una falla científica que no resultó ser lo que esperaban. Soy un fracaso en más de un sentido y no hay quien pueda remediar tal error.

Me levanto media dormida, con el cabello enmarañado y un tremendo traqueteo mientras mis articulaciones se acomodan.

Veo mi reflejo en el espejo y hago un gesto de desagrado. Hace años perdí todo tipo de empatía hacia mi mundo externo por lo que a estas alturas es difícil borrar ese ceño fruncido que siempre me cargo.

No hay nada por lo que alegrarse en mi día a día, mi vida es solitaria y silenciosa. El silencio me grita y me aturde. El mejor momento llega cuando debo encargarme de mi Lista.

Cuando me llevo el alma de los pecadores, es el único momento donde realmente soy feliz. Un momento fugaz de felicidad.

Me pesa tanto levantarme cada mañana, es una pesadilla que no me deja en paz. No descanso y no tengo una vida divertida, solo soy un montón de furia preparada para matar y ya.

Mi vida es funcional, nací para matar, vivo para matar y con suerte, alguien más fuerte llegará algún día y me hará mierda para poder descansar por fin.

Apenas entro al baño, comienzo a desvestirme con pereza para darme una ducha, en eso tocan la puerta con tantas ganas que parecen querer derribarla, me vuelvo a poner la ropa, y con toda la paciencia del mundo salgo del baño y me dirijo a la entrada de mi inmaculado departamento.

Al abrir veo a una pelirroja que sonríe de oreja a oreja y que a la vez salta a abrazarme, ignorándome por completo.

No soy buena mostrando cariño y no recuerdo haberlo sido alguna vez, siempre mantengo distancia ante señales de afecto como estas, pero esta chica en especial suele hacer todas las cosas que a mi me sacan de quicio.

Una vez que me suelta de ese asfixiante abrazo me mira y su sonrisa se borra de golpe.

-Hola. -resoplo.

-¿Qué pasó? Te he dicho que vendría por ti para llegar temprano al primer día. -desilucionada me analiza de pies a cabeza- ¿Te acabas de levantar?

-No... -ladea la cabeza- Tal vez... - reprocho irritada- Bueno, sí. ¿Qué quieres de mí? ¿Mi alma? Hago lo mejor que puedo.

-Arréglate. Prometiste que irías y yo exijo que cumplas esa promesa. -cruza sus brazos.

Mi mente espabila y le dedico una mirada ofendida mientras aprieto los labios en una fina línea.

-¿Acaso desconfías de mi? Si mal no recuerdo la que siempre incumple los tratos eres tú. -apunto a su cara con mi dedo índice- Y ninguno de ellos te los he cobrado como tú lo estás haciendo ahora conmigo. -hago un puchero inocente- Ahora, si lo que quieres es ajustar cuentas estoy segura de que me saldrás debiendo. -señalo con autosuficiencia- Además de eso, sabes que tengo problemas para conciliar el sueño por horas continuas y por mi aspecto, me parece que deberías notar que realmente fue una mala noche.

-Cinco minutos, si no sales me voy. ¿Entendido? -me dice enojada. No contesto, solo ruedo los ojos- Ni se te ocurra quedarte o te arrastrare por las escaleras así como estés.

-¿Ya terminaste tu berrinche? -da media vuelta indignada, sabía que iba a evadirme, siempre lo hace. Al menos una de las dos se comporta como una adulta.

No alcancé a darme mi ducha mañanera así que tomo unos jeans negros y una camisa de manga larga a cuadros color mostaza y negro, complementando con unas botas de cuero negro.

Rápidamente me aplico un labial mate, cuando Lía llama a mi móvil avisándome que mi tiempo se acabó, así que tomo mi mochila mientras maldigo y gruño en voz alta. Siempre es lo mismo. Nos peleamos pero terminó haciendo lo que ella quiere, ¿cómo lo logra? Sí, me encantaría saber.

Salgo de mi departamento cerrando la puerta y activando la alarma detrás de mi, mientras hago un vago intento de acomodar mi cabello.

Corro por las escaleras como alma que lleva el diablo, bajando en pocos segundos las cinco plantas que me separaban del estacionamiento del edificio, luego abro la puerta del auto de mi amiga que es un BMW de un color blanco inmaculado y nos encaminamos a nuestra perdición... es decir, a la Universidad.

Ella suspira con aires de superioridad y arranca encaminándose a la excéntrica escuela. Aún me pregunto para qué voy si ya aprendí todo lo que se supone que debería saber.

Me recargo a la ventana y finjo estar interesada en lo que Lía me está diciendo, pero en realidad no entiendo ni un cuerno lo que dice.

Diría que el parloteo incesante de Lía me consume la vida y la existencia, pero estaría mintiendo.

Ella no es lo que me consume por dentro, lo que realmente me está destruyendo son mis recuerdos, mi pasado y la constante preocupación de mi futuro. Me siento como una maldita bomba de tiempo.

MESTIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora