#13..

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—¡Grese! –grita el entrenador a todo pulmón.

Me pongo otra vez la camisa y regreso al gimnasio. ¡Estoy hasta la madre! Primero me juzga y luego me llama. ¿De qué otra forma intentará avergonzarme?

—¿Qué? –exhalo levantando las manos sin molestarme en ocultar mi enojo.

—Le rompiste la mano. –argumenta acercándose con el ceño fruncido y una mueca de desprecio.

—Pude haberle aplastado el cráneo si lo hubiera querido, pero no vale mi tiempo. –dejo en claro los hechos– No estoy dispuesta a ir a prisión por ese mequetrefe.

—El punto es... –dice dubitativo, como si esas palabras fueran difíciles de escupir– ¿Cuento contigo en el equipo?

Hombres, siempre creyendo que las mujeres somos delicadas y tiernas como una flor, pero se les olvida que hasta las flores más bonitas tienen espinas.

—¡Vaya, al fin acepta que una mujer es digna de pertenecer al equipo! –grito en son de victoria y luego me dirijo al entrenador con extrema seriedad– Pero no le ayudaré, mejor busque a un sujeto que si llene sus expectativas a la primera. –doy media vuelta y veo al montón de idiotas asombrados– Ahora sí, adiós. –ellos se indignan.

Ahora sí princesas, ya me voy a dar de baja. Me la pelan todos esos humanos pendejos. Obtuve lo que quería, ya lo rechacé, la pelirroja ya no regresó, por lo tanto ya puedo largarme de aquí. Si ella no cumple, nada me ata a este lugar.

..........

–¿Por qué llegas tan tarde a la clase? Ya casi se acaba. –dioses, esta mujer.

—Estaba con el equipo de lucha. Es día de prueba. –comienzo a estirar porque las demás están corriendo.

—No me mientas, no hay equipo de lucha femenil. ¿Qué es lo que hacías? –dice subiendo su tono con un haz de enojo.

—¿Quién mencionó un equipo de lucha femenino? –parece que después de todo el humano solo escucha lo que quiere oír, y lo que no escucha lo inventa.

—¿Estás tomándome el pelo? –menciona con incredulidad y molestia– Porque si es así...

—Estaba con el equipo de lucha masculino. –digo al instante, resaltando la última palabra– La encargada de las evaluaciones me incluyó, pero lo he dejado.

—No me mientas. –antes de que siguiera, el entrenador llega con semblante derrotado junto a nosotras.

—Aunque no lo crea profesora, Grese tiene bastante potencial, le aseguro que para mi también fue difícil procesarlo. Es muy buena, pero terminó por rechazar la oferta. –me observa con seriedad y arrepentimiento– Aunque sea solo una mujer, es buena peleando.

—¿La mexicana no tiene derecho a pelear mejor que cualquier hombre? –comento medio en burla medio enojada y ellos abren los ojos como platos.

—¿Eres mexicana? –exclaman ambos al unísono mientras me miran sin poder creerlo.

—No pueden decir que no lo sabían. –no hay respuesta, solo se miran entre sí– Dioses... ¿Saben qué? ¡A la mierda! –agarro mi mochila y me salgo de ahí lo más rápido posible lanzando pestes a diestra y siniestra en grigo antiguo.

—No entendí lo que dijiste, pero sonó como una palabrota así que no seas majadera, niña. –grita la entrenadora.

¿Quién se cree para darme órdenes? ¿Mi madre? Yo continúo mi camino hasta que salgo de la escuela hecha una furia. ¡Hasta me llamo niña!

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