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Me levanto temprano y abro el negocio. No es nada extravagante ni nada muy formal, solo es un pequeño trabajillo para pasar el rato y tener una coartada.

Mi labor oficial me tiene la mayor parte del tiempo atareada porque debo estar en constante monitoreo por mi inestabilidad.

Mis trabajadores aún tienen una semana más de vacaciones, así que tendré que trabajar yo sola y hacer lo que tenga que hacer para evitar que me maten.

Llamo a mi tío para que sepa que regresé, sin embargo, no hay respuesta, ni siquiera después de llamar diez veces.

Salgo para revisar el perímetro y me encuentro con una peculiar sorpresa. Una rata escurridiza golpea mi domo de protección con los puños tratando de entrar.

—¿Por qué no puedo entrar? –lo primero que veo es la jeta partida de John con un semblante de macho enojado y no puedo evitar sonreír ante tal espectáculo.

—¿Qué te hace creer que te dejare entrar, Kramer? –desafio con una mezcla de euforia y rabia.

—Porque soy tu novio y necesito un baño. Deja de jugar y déjame entrar. –coloca sus manos en las caderas en posición de señora y me mira con absoluta concentración.

Seguro me está analizando para averiguar qué debe decir o hacer para convencerme, pero a menos que sea adivino no podrá averiguarlo tan fácil.

—No entrarás aquí. No permitiré que me veas como carnada fácil, Kramer. –me acerco al domo, lo suficiente para notar que su expresión es de sorpresa.

—¿A qué te refieres? –dice con cautela, manteniendo su rostro inexpresivo, pero sus ojos lo delatan al instante.

—¿A que más iba ser? Sé que me estás usando, estás dando información a alguien a mis espaldas. –se yergue, como si ese gesto fuera a contradecirme– Tal vez sea vieja, pero no soy estúpida. Sé lo que tramas. –salgo del domo y él se pone más alerta.

—No sé de qué me estas hablando. –finge no tener ni idea, pero los ojos lo siguen delatando, las pupilas son algo con lo que uno debe tener cuidado.

—¿No crees que es muy raro? Desapareces por quien sabe cuantos años, vigilas a Janeth, luego a mi, finges que me extrañas, supuestamente te enamoras de mi y simplemente de un momento a otro te vuelves frío y distante. –niego con la cabeza riendo– A veces cálido como un fuego hogareño y a veces como un témpano de hielo. –cruzo de nuevo al lado protegido de mi domo y él se pone agresivo, encendiéndose como un fuego artificial– Lo único que me mantuvo cerca de ti fue la posibilidad de acercarme con mayor facilidad a tu jefe y a Gizel, pero anoche me di cuenta de que no te necesito para matarlos y créeme cuando te lo digo John, nadie se mete con mis amigas y juro por todos los dioses que cumpliré mis objetivos a cualquier precio. –me planto desafiante ante él, le impongo mi personalidad inquebrantable como un cuchillo al cuello– Porque lo entiendas o no, lo único que le queda a una persona al final es su palabra, y yo siempre cumplo la mía. –me yergo con orgullo y lo observo con una mirada fría y severa como mi padre me enseñó– Al fin y al cabo, soy digna hija de Hades.


—¡Estás muy chiflada! ¡Solo estás diciendo mentiras! –sus palabras parecen veneno pero no me afectan, dos agujas no se pueden picar.

Me encojo de hombros con indiferencia y lo miro con suma atención, sus ojos reflejan ira, pero su cuerpo expresa terror ante mi presencia.

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