#27..

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Ya es muy tarde y John no ha acabado de empacar sus cosas.

—Oye, si metes todo así no te va a caber, primero mete los pantalones haciéndolos rollito y apretándolos entre sí lo más que puedas, luego las camisas y al final llenas los espacios con calcetas y ropa interior o lo que sea. –entro a su cuarto y me acuesto en la cama sobre su ropa.

—Te das cuenta de que estas sobre mi ropa, ¿verdad? —ruedo los ojos– ¿Por qué no me ayudas con un hechizo doméstico para acomodar la maleta? No cabe ni un alfiler.

—¡Hechizo doméstico! ¿Pues quién crees que soy? ¿Tú mamá? Lo que sucede es que eres flojo y no quieres esforzarte, porque todo cabe perfectamente ahí. –digo ofendida y él me da la maleta.

—A ver si muy habilidosa, muéstrame. –se cruza de brazos y espera que haga la tarea por él.

Después de bufar y maldecirlo mentalmente, separo todo por tipo de prenda, enrollo los pantalones y luego las camisetas.

—Continua. –niega con la cabeza y yo resoplo– Vale, lo haré yo. ¿A caso soy tu sirvienta? Voy a cobrarte por prenda. –se encoge de hombros y yo me quedo mirándolo unos segundos– ¿Meterás algo más?

—Todo lo que esta en la cama. –dice rascando su nuca como si estuviera apenado, cuando realmente no lo está.

—Acomoda todo en pilas. Por ejemplo: Bóxers en un montón bien doblados, camisas, pantalones, y toda la ropa que tengas. Acomódala como te dije. –dejo su desorden en la cama y él asiente de mala gana.

Salgo de la habitación y bajo a la cocina por algo de comer. Si es que encuentro algo.

Por suerte aún quedaba un vaso con sangre. Lo tomo y John aparece en la puerta.

—Ya acabé. –se encoge de hombros como un niño y yo asiento.

Ambos subimos las escaleras y veo que es bueno doblando ropa. Yo uso muchos ganchos con el pretexto de no doblarla. Es una de las muchas cosas que odio hacer.

—Muy bien, ¿Quieres que te muestre cómo se hace o guardo todo? –tomo un sorbo de sangre y la saboreo.

John me observa con desdén, creyendo que toda esa ropa, que realmente no es mucha, no cabe en la maleta.

—Enséñame. –dejo el vaso en la mesilla, tomo las camisas y le muestro como acomodarlas porque es tan idiota que no le ha agarrado la onda.

—Es muy sencillo, pero sería más fácil si me pusieras tantita atención. –continuo con el proceso a regañadientes.

—Muy bien... ¿Primero pantalones, luego camisas y al final ropa interior y calcetas? –asiento con una sonrisa. Le doy el mando de todo y continua con la labor.

—Efectivamente joven aprendiz. —suelto una carcajada y él gruñe mientras emprende la ardua tarea de llenar una maleta pequeña.

Una vez que acaba cierra la maleta con un poco de dificultad, pero no la suficiente como para no lograrlo.

—Vamos, debemos irnos. Los nuevos residentes llegarán en menos de una hora y no pienso toparmelos.

—¿Tan rápido la vendiste? –pregunta estupefacto.

—La casa no es mía, solo la rente por cuatro meses y esos meses ya pasaron. –sonrió dulce y él niega con la cabeza riendo– Además, este tipo de departamentos se solicita mucho, así que no hay problema.

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