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*Narra Irka*

—¿Qué te parece este? –niego asqueada y Sofía lo pone en su lugar enojada– ¿Por qué es tan difícil que elijas un vestido? Te pedimos uno, aunque te parezca solo interesante.

—Mira, estos no me gustan, ni uno solo. Es una fiesta de gala, no un desfile de Victoria's Secret. –tomo la manga de uno y lo suelto con despecio– Elegiré un traje y ya, me ahorro tanto pedo.

—¿Qué? Ni de broma te pondrás un traje. ¿Estás loca o qué te pasa por la cabeza? –reclama Perla apareciendo de la nada– Ven conmigo, tengo una sección especial para ti.

Toma mi mano y me jala hasta un lugar solitario. A veces me pregunto cómo le hace. No sé si yo estoy muy distraída o ella es muy cuidadosa en no dejarse notar.

—¿Piensas matarme? –digo riéndome, los vestidos que vamos pasando me dan ganas de vomitar.

—Claro que no. Encontré un atuendo perfecto para ti, pero es necesario que lo mires con buenos ojos al igual que yo. –bufo con hastío – Neta, debes usarlo, no te dará lepra si solo lo pruebas.

—Bien, si no vale mi tiempo tendrás que dejarme comprar un traje ¿comprendes? –digo harta.

—Créeme, ese maldito vestido hará que valga cada maldito segundo, te lo aseguro. –levanta la mano y la pone en su pecho– Lo juro por mi gran gusto por la moda. –si lo dice de esa forma si creo que es cosa seria.

Me cubre los ojos con su mano y me detiene de golpe. Casi me parto la madre, pero logra agarrarme.

—Oye, cuidado. No soy tu saco de papas, cabrona. –gruño porque tengo sus afiladas uñas enterradas en la piel de mi brazo.

—¿Lista? –susurra en mi oído, donde siento el roce de su cálido aliento olor a chicle de fresa.

—Nunca tengo opción. –respondo en un suspiro tosco.

Al quitar su mano, mis ojos se quejan por la abundante luz de la tienda, pero segundos después se acostumbran.

—¿Qué se supone que debo ver? –exclamo señalando la pared– ¡¿Qué clase de maldita broma es esta?!

—Eh, voltea. Lo que debes ver esta justo aquí. –grita emocionada y me doy la vuelta.

—Madre santísima de los brownies de chocolate con chispas y caramelo. –abro la boca y suelto un silbido lento.

—¿Qué te parece? –dice esperanzada con una enorme sonrisa.

—¡Por las almas condenadas! Es magnífico. –grazno acercándome para tocar la suave tela, tiene un breve camino de flores y abierto por los hombros de un delicioso color durazno– Madre mía, la tela es ligera. ¡Parece un pedazo de nube!

—Sabía que te gustaría, pruébalo y en cuanto salgas del probador dirígete a la caja, yo pago. –me guiña un ojo y da la vuelta para buscar su vestido.

—Me atrapó. –comienzo a reír– Esa desgraciada sabe bien cómo sorprenderme.

Entro en un probador y me lo pongo con mucho cuidado. Desearía a veces ser más femenina, pero cuando pienso en mi pasado, me dan ganas de retorcer cuellos a lo desgraciado.

Al terminar de ponerme el vestido, salgo para observar el atuendo desde todos los ángulos posibles a través de los espejos colocados en medio círculo y analizo mi apariencia con absoluto asombro y pasmo.

No me veo tan mal, hasta parece que me queda bien, me veo diferente. Aunque debo concentrarme, un hechizo recubre mi piel para esconder las cicatrices y la menor distracción podría hacer que se venga abajo.

—¡Vaya! Te queda de pocas pulgas. –grita Cillian, me volteo elevando una ceja sorprendida.

—¿Acabas de usar una frase mexicana? –sus mejillas se ponen coloradas y yo me quedo en shock. ¡Acaba de usar una frase mexicana!

—Perdona, aún debo estudiar las frases más populares. –dice riendo avergonzado– Yo... soy malo con esto. No sé si se puede usar en este contexto, pero te ves hermosa.

—Tranquilo chico. Has usado bien la frase. –rasco mi cabeza nerviosa– ¿Ya tienes tu traje? –él asiente y yo levanto la falda del vestido– Creo que es más cómodo con mis tenis.

Suelta una carcajada y yo lo admiro, se ve tan despreocupado y fresco. Tiene suerte, no tiene ni idea de lo que pasa realmente. Lo envidio un poco.

A veces me gustaría ser ajena al mundo. Ajena a las guerras ocultas, a las grandes batallas que me rodean, quiero morir sin saber el porque, sin embargo, debo seguir aquí, hasta el final de los tiempos o hasta que alguien más poderoso que me reemplace.

Sin mi en el poder, sin mi para salvar la decadente humanidad ¿Quién hará lo correcto sin ser seducido por la codicia? A mi parecer, nadie. Ni siquiera ellos mismos se salvan de la autodestrucción, sin mi, ellos ya se habrían hecho mierda desde hace tiempo y mi especie junto a ellos.

Este es uno de los momentos que más adoraré de toda mi vida. Las mejillas rosadas de Cillian y el momento exacto en el que Perla me cerró la boca por elegir un vestido perfecto para mi.

MESTIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora