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Meto los animales en un saco para que nadie más los vea y los acomodo atrás.

Justo cuando pongo el auto en marcha, recuerdo la charla de ese tal John.

Comienzo a revisar cada rincón del auto, en especial en los lugares de difícil acceso y donde resulta menos probable que se encuentre algún agente extraño. Tal como imaginé, encuentro un rastreador minúsculo detrás del neumático derecho se adelante.

Me agacho y lo hago añicos con la pesada suela de mis botas, asegurándome de dejarlo inactivo para que le sea inútil encontrarme.

Saco un arma de mi bota y miro a todos lados comprobando que estoy completamente sola, agudizando mis oídos para saber si alguien esta cerca.

El bosque esta en total silencio, ni los grillos se escuchan, tan solo el silbido del viento helado. Al parecer los animales siguen alerta.

La única luz de la que dispongo es la de la tenue luna, que refleja un fantasmagórico brillo que me pone los pelos de punta. Aunque mi visión de lycan me facilita la situación no dejo de sentirme expuesta.

En el inframundo a pesar del bullicio de la ciudad, siempre hay un silencio extraño que te cala en la mente y te hace mole si te descuidas.

Tampoco hay luz solar, tan solo la luz artificial de los focos y el hechizo de ilusión de estrellas. No hay nada más oscuro y amenazador que el interminable abismo que es el cielo, como si la ciudad flotara en una oscuridad infinita.

El silencio es interrumpido por un ruido en los arbustos, ruido que me sobresalta y me obliga a caminar hasta el Jeep, acepto que estoy asustada pero sé que puedo manejar esta situación, aunque este completamente sola.

El mundo humano es todavía muy desconocido para mí, así como sus múltiples e inesperadas amenazas. En el Inframundo sabía a qué me iba a enfrentar, conocía mi entorno de lado a lado y nada me tomaba por sorpresa, pero aquí las cosas son diferentes. Soy una presa más.

Mi corazón se acelera y siento la ansiedad arañandome la garganta, así que decido encerrarme en mi auto hasta que mi respiración se regularice y no tenga ganas de gritar.

Practico las respiraciones que Hades me enseñó, y suspiro de alivio al darme cuenta de que todavía funcionan.

Todo esta otra vez en total silencio cuando lo corrompe el escandaloso tono de una llamada entrante. Lo que me asusta haciéndome dar un brinco.


*llamada*

—¿Qué? –gruño furiosa.

—¡Eyyy! ¿Por qué tan gritona? ¿Qué pasa calabaza? –exclama Lía riendo como niña pequeña, de fondo escucho la música del antro.

—¡Me dejaste tirada en la Universidad y aparte tienes el descaro de llevarte a mi amigo a un antro! ¡No hay nada que me haga enojar más que tú! –grito tan fuerte que no me importa si la deje sorda.

—¡Lo siento! Yo solo quería salir de fiesta y conocer más a tu sensual amigo, que por cierto baila muy bien y tiene una retaguardia muy buena. –ronronea en tono pícaro– ¿Dónde estas? Dime que no fuiste al bosque.

—Sí, aún estoy acá. Ya voy de regreso. –suspiro analizando los arbustos desde mi posición– Tendremos una larga y dolorosa charla más tarde, ya verás.

—¡Lárgate de ahí ahora mismo! Ven a aquí. –grita furiosa, aunque no sé si se dirige a mi o a alguien más.

—¿Qué? Te hablo luego, tengo algo que hacer. –respondo rápido.

MESTIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora