#32..

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Cuando llegamos me doy cuenta de que el lugar está repleto, es de esperarse, hoy es quincena y los humanos están ansiosos de gastar el sueldo.

John se comporta de forma muy extraña. El ambiente cambió después de salir de casa, el aire se volvió de pronto más denso, como si hubieran vertido nitrógeno sobre nosotros.

—¿Me prestas tu teléfono? Necesito hacer una llamada urgente. –dice nervioso y extiende su mano hacía mi.

—¿No tienes el tuyo? –frunzo las cejas confundida, antes de salir recibió una llamada y sé que lo tiene en el bolsillo.

—No tengo crédito, dame el tuyo. –gruñe aún con la mano extendida.

—¿Quieres que te espere? –sostengo el móvil entre los dedos.

Hace algo de calor pero el viento es fresco y acogedor, a pesar de eso, apenas lo percibo porque me doy cuenta de que domina más la sensación de incomodidad.

—¿Te parece que soy un niño chiquito? –abro la boca para explicarme y él continua– Solo dame tu puto móvil y vete. –me lo arrebata de las manos y empieza a marcar un número que comienza con 66. Pero después de eso no vi nada más.

Doy media vuelta indignada y subo las escaleras algo sorprendida por el tono de las palabras que usó.

Camino rumbo al baño para refrescar mi piel ardiente de humillación y un par de manos tocan mi trasero y lo presionan con descaro. Me volteo para darle un golpe en la cara al sujeto y se escuchan las risas de mis amigas.

—Ey tranquila. Solo quería asustarte. –grazna Perla con una sonrisa de oreja a oreja– ¿Desde cuándo andas con la guardia baja?

Intento sonreír, pero solo sale una mueca repulsiva y ellas se quedan serias de golpe.

—¿Qué pasó? No traes buena cara. Ese bastardo hizo algo, ¿cierto? —gruñe Amparo con rabia.

—Aún no estoy segura de lo que sucede. –me siento al lado de Sofía y ella pasa su brazo por mis hombros en gesto protector y de apoyo.

—Te extrañamos mucho, linda. No sabes lo difíciles que fueron nuestros días sin verte a ti en el orfanato leyéndole a los nenes. –Sofía es tan adorable y oportuna que me derrite el corazón.

—¿Todos siguen vivos? –digo en son de broma y ellas se hacen las ofendidas.

—Claro que sí. ¿Y luego que crees? ¿Qué los íbamos a matar como a Hanzel y Grethel? –grazna Amparo con gesto horrorizado.

—No, solo que ustedes no siempre tienen suerte cuidándolos. Ya saben, ellos suelen ser muy traviesos y les hacen bromas pesadas. –rió y ellas me fulminan con la mirada– Casi las hacen llorar de rabia. Amo a esos niños.

—¿Por qué entraste tan... rara? –pregunta Sofia escudriñando mis ojos con suspicacia para desvelar mis secretos.

Buen truco, cambiar de tema. De uno vergonzoso a otro más vergonzoso. Aunque este tema es más que inevitable.

—John fue agresivo, me pidió el móvil y cuando le pregunte si lo esperaba me lo arrebato y me grito. –reclamo aguantando las inmensas ganas de regresar y cortarle el cuello– Es parte de una misión, pero no sé si pueda soportarlo. Siento que mi pasado intenta aplastarme como una enorme bola de demolición. –suspiro irritada– Por cierto, debemos ponernos al corriente. –miro hacia la entrada y me acerco a ellas para hacer un círculo más íntimo– Algo anda mal, diferente a todo lo que ha pasado anteriormente. Algo se esta cociendo y no huele bien.

—Aguarda un segundo. ¿Tú dejaste que te gritará sin reventarle las bolas? –Perla se dobla de la risa y todas la observamos confundidas– No me lo puedo creer.

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