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Hoy es el día en que me reuniré con Lía  en la Feria y francamente no tengo ni idea de qué esperar. Por lo pronto, tendré que mantenerme ocupada en algo en lo que se llega la hora.

He ido a clases toda la semana pero ella ni sus luces, no la he visto por ningún rincón. No sé qué carajos está pasando, pareciera que todo el mundo oculta algo. Mi tío evade mis preguntas y se despide con un temblor inexplicable en la voz; Lía desaparece sin dejar rastro; y como si eso no fuera suficiente, Rodrick también anda nervioso y ni siquiera sé si es por mi lado algo más.

Decido salir de casa para comprar provisiones, si sigo pensando en ideas conspiranoicas terminaré enloqueciendo.

Camino bajo el sol con la sensación de que estoy dentro de un horno, casi por achicarrarme. Pero no daré tour por todos los pasillos porque vengo con un objetivo, entrar a la tienda y llegar directo pasillo donde esta el paraíso. Deliciosas y nada saludables barras de chocolate y chucherías de todo tipo.

Pasaré seis horas simples llena de chucherías viendo películas, sólo queriendo evitar el silencio absoluto que envuelve mi vida cotidiana. Lía hacia más amenos mis días, pero desde que ha decidido pasar de mi me he visto en la necesidad de buscar ruido en otro lado.

Tomo un montón de barras de chocolate al azar y cambio al pasillo de las frituras, tomo todo lo que mi brazo me permite cargar y voy a la caja para pagar.

Cuando llega mi turno, entran unos tipos con máscaras, uno con la mascara de Michael Myers y otro con cabeza de conejo diabólico, gritando "al suelo", y ahí es cuando me digo a mi misma que ya valió mierda.

Estoy harta de tener mala suerte cuando salgo. Dioses, ¿a caso no merezco paz y tranquilidad al menos por dos segundos? ¡Estoy de vacaciones carajo!

Regreso a mi realidad. Todos están en el piso boca abajo y la única de pie soy yo. Ese par de bobos exigen que me tire al piso pero yo solo sigo mis órdenes. Para enfrentarlos uno debe tener huevos y vaya que si los tengo, además, no le temo a las armas.

—¡Tú! ¡El tatuado! ¡Al piso! –grita desesperado el de cabeza de conejo, yo sigo en mi lugar sin inmutarme– ¿Estás sordo? ¡Al piso! ¡YA! –se acerca nervioso y me jala del brazo.

—Si aprecias tu mano será mejor que me sueltes. –gruño apretando los dientes mirando desafiante a mi débil oponente.

Rompe a reír como loco y busca a su compañero para decirle el chiste con su gorgojeante voz.

—Hey, este no es vato, es vieja. Pero esta más plana que una tabla, tienes más chichis tú. –tiene esa risa burlona como quien cree saberlo todo y realmente no sabe ni una mierda.


—Escucha amigo, soy la única persona con ovarios en este lugar como para enfrentarlos a ambos y la verdad es que no me impresionan ni un poco. –gruño seria, ¿será divertido si los molesto un poco?– Oye tú, el cabeza de Michael Myers, ¿por qué mejor no me sacas esta? –suelto una carcajada que lo hace enfurecer y hago también un gesto más obsceno con la mano en mi entrepierna– Mira, la tengo más grande que tú.

Me da una bofetada y toma mi camisa con el puño mientras bufa como puerco del enojo.

—¡Cállate! ¡Yo te voy a enseñar a respetar! –parece furioso, pero yo solo puedo reírme– ¿Qué te hace tanta gracia, estúpida? –me da un revés con el dorso de la mano.

—¿Eso es todo lo que tienes? ¡Pegas como mi abuela! –él me aprieta los brazos enojado en un intento de intimidarme– ¡Oh vamos! ¿Eso te ofendió? Que pena, y yo que apenas iba comenzando. –exclamo sin dejar de reír.

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