#37..

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—¿Creen que debería ir? –digo con una taza de café en la mano.

Les he contado todo con sumo detalle. Se han reído al principio, pero después cuando llegué a la parte donde querían arrebatarme mi alma casi corren a matar a los cabrones, pero las detuve, eso es mi trabajo, los haré pagar por mi orgullo herido.

—Yo opino... –comienza Amparo, pero es interrumpida por Perla con un siseo irritante.

—Tú no opines nada, siempre que opinas terminas regandola. –su tono es de mal humor, pero yo me rió.

—Déjala, necesito el punto de todas. ¿Qué decías? –hago que proceda y ella asiente.

Por el bien del equipo he decidido perdonar el insulto que me dio hace unas horas, sé que tiene razón, las amigas siempre te dicen la verdad a la cara, aunque no sea algo que quieras escuchar.

—Opino que vayas y averigües lo que traman, finge que estas de su lado, que te lleve al lugar donde se encuentra Gizel y los mates a todos. –su determinación en momentos de importancia me da miedo y me enorgullece, pero no puedo hacer eso.

—Suena bien. Sofía, ahora dame tu punto. –le concedo la palabra mientras le presto toda mi atención y ella se encoge de hombros como si fuera muy evidente su respuesta.

—Debes ir, no me agrada la idea de que quieran quitarte el alma. –mira a Amparo brevemente– Pero tampoco puedes ir exigiendo que te lleve con Gizel. No creo que sea tan tonta como para ponerte fácil su captura, hará todo lo posible para que no la encuentres hasta que ella ponga en marcha su plan. –astuta mi amiga, siempre el equilibrio, la voz de la razón– Ella o su tío, quienquiera que tenga el liderazgo.

—Muy bien. Perla supongo que tu también quieres que vaya ¿Verdad? –cuestiono levantando una ceja esperando su respuesta.

—Claro que sí. Además es un bar, jamás rechazarías un buen trago. –me guiña un ojo y yo asiento complacida.

—Entonces me voy a cambiar para irme con el bastardo que se atrevió a verme la cara de pendeja. –suspiro con determinación– Si es posible lo mataré después de nuestra conversación. –las miro alternativamente y ellas se miran entre sí.

—Recuerda que debes mantenerte firme, no caigas en sus redes. –apunta Amparo con firmeza.

—Nada puede detener a una oveja negra orgullosa de sí misma. –me yergo orgullosa– Nada ni nadie puede contra mi. Nada me hará caer en la misma piedra dos veces. –digo con suficiencia y amargura– La próxima vez que tenga sentimientos por alguien, láncenme un ladrillo, por favor.

Voy a mi cuarto, me pongo un short azul marino y una camisa blanca de botones abierta con una playera negra debajo, y me alborotó el pelo para darme un aire desenfadado, así como que finjo que me vale mierda la vida.

Escondo unas dagas dentro de la cinturilla del short, me cuelgo mi cubo al cuello y me meto unos billetes al bolsillo para pagar mis tragos. No pienso deberle nada.

..........


Llego al Bar de Buu, que ya está bastante lleno, donde por fortuna encuentro un sitio para esperar, con una excelente vista panorámica para no perder detalle de los que circulan.

Aún faltan veinte minutos para la reunión así que pido algo de beber para calmar la ansiedad.

Debo preparar mi mente para lo que sea que me vaya a decir, no debo caer en sus trampas. Debo mantenerme firme como una piedra. Doblada, pero no rota.

—Hola, te vuelvo a ver después de todo. –un chico se acerca y se para a mi lado con una cerveza en la mano a la vez que se recarga en la barra con un gesto de comodidad nata.

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