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Dos meses más tarde...

—Muy bien, suban los sacos, esos pesan más. –grito a mis empleados.

El día a estado muy agitado, ni siquiera he tenido tiempo de desayunar. Ya pasa de medio día y siento que mi estómago me esta comiendo desde dentro.

—¿Es todo lo que necesita? –pregunto al cliente y este asiente complacido– En cuanto acaben de cargar le llevarán sus productos a su casa.

—Disculpe, ¿usted trabaja aquí? –se acerca una mujer de unos veintitantos con una sonrisa de disculpa por interrumpir, asiento con una sonrisa.

—Sí. ¿En que le puedo ayudar? –mi amabilidad es sorprendente considerando el hambre que tengo.

Puedo percibir el leve zumbido de la sangre corriendo por las venas de la mujer, es tan seductor y delicioso que me da ganas de darle una mordida.

—¿Tiene alguna planta que no tire hojas? Ya sabe, que sea de sombra, que no haga mucha basura y que si se nos olvida regar no se muera tan rápido. –la mujer tiene pelo negro y un cuerpo esbelto, es de un belleza muy exótica, pómulos altos y barbilla estrecha, ojos verdes y una piel blanca e inmaculada.

—Lo que tu estas buscando es un maldito cactus, o una piedra si somos honestas. –aparece otra chica que parece estar dentro del mismo rango de edad que la mujer de cabello negro– Mi hermano ama las plantas y queríamos comprarle algo especial, trabaja tan duro y queríamos recompensarlo. ¿Qué planta nos recomienda? –dice mirándome con dulzura.

Ella es castaña, con cuerpo un poco robusto, de bronceado delicado y unos hermosos ojos color ámbar. Su estilo es un poco hippie, mientras que la otra chica se ve más rockera.

—Específicamente no les puedo responder, pero pueden pasar a mirar, tal vez encuentren alguna que le guste a su hermano. –anoto el total de la nota del cliente y continuó con una sonrisa– Si me necesitan llámenme.

Doy media vuelta y una de ellas me llama de nuevo.

—¿Y cómo te llamas? –sonrió avergonzada por mi distracción, ella posa su mano derecha en la cadera.

—Llámenme Irka. –asiento y camino hacía los trabajadores.

—Tenemos el viaje listo. ¿Quién ira para ayudarme a descargar? –pregunta Gabino limpiándose el sudor de la frente con la manga sucia de su camisa.

—Henry y Marcos te darán una mano. –ellos asienten– Gabino, toma la nota y asegúrate de que todo llegue en buen estado. Si terminan antes de la hora se podrán ir a casa. –arranco la nota del Block y se la entrego.

Gabino sube a la NISSAN y los otros dos también para luego partir.

—Ustedes vengan acá. –los tres trabajadores restantes se acercan a mi acalorados y cansados, pero dispuestos a seguir trabajando– Muy bien. Augusto y Pablo, quiero que ustedes rieguen. –ellos asienten y se van a cumplir su tarea, así que doy la vuelta para buscar algo de comer.

—Te olvidas de mi, querida. –ronronea Anthony levantando las manos.

Me detengo de golpe, me giro lentamente y lo observo con intensidad, a penas aguanto las ganas de no rajarle la madre.

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