#15..

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*Narra John*

Entramos a mi casa después de que Irka derribara la puerta.

Ella siempre sabe cuando algo anda mal, ¿sabrá quién soy y lo que quiero? ¿La estoy subestimando?

La veo desaparecer por el pasillo dejándome solo en mi sala, me siento en mi sofá como una persona normal, tranquilo, relajado porque es mi maldita casa y ¡Sorpresa!

¿Por qué me ataca a mí? En lugar de atacarla a ella. Yo no soy la presa. ¿Qué mierda esta sucediendo?

No me da tiempo ni de gruñir cuando el sujeto me toma por la camisa y me tumba de espaldas al suelo.

¡Maldito infeliz! Esto no era parte del plan.

—¿Qué tal Kramer? –saluda Agustín sonriendo cínicamente.

—¿Qué haces? Yo no soy parte del plan, tarado. –gruño mientras me pongo de pie.

—Claro que lo eres, siempre lo fuiste. –me toma del cuello, pero me suelto de su agarre.

Nos quedamos parados uno frente al otro separados por varios metros, mirándonos fijamente.

Escucho golpes en la cocina así que decido tirarle un golpe recto, pero Agustín es veloz y me inyecta algo en el cuello.

No sé qué fue lo que me puso, pero duele como aceite hirviendo corriendo por mis venas.

Caigo inmediatamente al suelo retorciéndome de dolor, teniendo la sensación de que se adormecen mis piernas.

Agustín aprovecha para amarrar mis manos con alambre de púas, que buena jugada.

—¿Por qué no simplemente dejas de luchar? Solo me haces gastar energía. Ahora podría estar en casa disfrutando de un partido de fútbol, pero en lugar de eso estoy peleando contigo. –ríe complacido, sé que ha esperado mucho por esto– Venga, Kramer ¿Qué pensaste que pasaría? Tú eres como ella.

—¿Por qué me atacas a mí? Ella es el objetivo, no yo. –gruño entre dientes tocando mi cuello con las manos atadas, observo como las púas perforan mi piel y las gotas de sangre burbujean como si si estuviera hirviendo.

—Viejo, debiste quedarte en tu cueva. Créeme que te irá de la chingada cuando Gizel se enteré de que te estás enrollando con el enemigo, aunque no me sorprende, todos los mutantes son unos rastreros. –me analiza la cara y luego se ríe con un chiste personal que solo oye en su cabeza– La verdad no sé como no me di cuenta antes. Tu componentes valen oro en el mercado negro.

—¿Qué dices?–-estoy cada vez más confundido– ¡Dejate de idioteces, cabrón!

—¿No lo sabías? No mames, ni porque ves que tu sangre burbujea. –me da una patada en el costado con una sonrisa de gozo.

—¡Se lo que soy! ¡El Rey Dragón dijo que no me buscarían a mi mientras le fuera útil! –grazno enojado.

Suena una canción de Taylor Swift y él me da la espalda para contestar con un gruñido.

Con mis dientes quito poco a poco el alambre, procurando no soltar ni un suspiro hasta liberarme.

Él sigue dándome la espalda así que tomo valor y paso rápidamente el alambre por su cuello apretando con todas mis fuerzas... las cuales no son muchas.

MESTIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora