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—Espera un segundo... –se masajea las sienes y me vuelve a mirar– ¿Esperas que me trague ese cuento?

—¿Cuento? ¿Cuál pinche cuento? ¡No bromeo, Cillian! ¿Me ves cara de risa? –grito ofendida– Querías la verdad y te di la verdad, es cosa tuya si no me crees, pero lo que si no debes dudar es que salvaré a tus hermanas aunque me cueste la vida. –digo molesta con la mayor seguridad que los dioses me pudieron dar.

—¡Es una estupidez! –se jala el cabello y yo me cubro la cara– ¿Por qué mientes? ¡Somos amigos y sabes que puedes confiar en mi!

—¿Sabes qué? –tallo mis ojos con los dedos y luego lo vuelvo a mirar– Un humano necesita una demostración para creer en lo divino y lo mágico, lamentablemente el tiempo de vida de tus hermanas es limitado y debemos ir cuanto antes a salvarlas. –me mira serio con los ojos brillantes de preocupación– ¿Vienes o vienes, cabrón? –duda unos segundos y luego asiente.

—Más vale que mis hermanas vivan o lo lamentarás. –quiere parecer enojado pero solo suena cansado, yo le sonrío de una manera tan sombría que él mismo termina atragantándose con sus palabras.

—El porcentaje de personas que han cumplido su amenaza de muerte es nulo. –comienzo a conducir otra vez. Tuvimos que detenernos para que yo lo pusiera al tanto– ¿Sabes usar un arma?

—No, jamás había visto una tan cerca. –toma una y la examina– ¿Cómo debo usarla?

—Regla básica, si intentan matarte entonces son los malos. Si no quieres matar a nadie apunta al hombro, a la pierna o a las manos. –le muestro como cambiar el cartucho y todo lo que necesita saber mientras me concentro en el camino.

Dos minutos después aparco a dos calles de su casa, no puedo llegar y tirar balazos a lo pendejo, hay demasiados humanos en la zona, algunos otros no lo son pero los mortales los superan en número, ellos cubren el olor de los más poderosos.

—¿Cuál es tu brillante plan? –pregunta mientras guardo varios cartuchos bajo la falda del vestido que acabo de rasgar, también tengo un par de navajas al costado de cada muslo y entre ellos un arma de repuesto.

Es una lástima que nadie haya podido admirar este hermoso vestido, ni lo lucí un segundo, pero me basta con que Cillian lo haya apreciado. Aunque tal vez ya no volverá a hablarme después de esto.

—No tengo un plan, sólo intentaré no matar a los humanos. Ellos son mi prioridad. –tomo mi par de katanas favoritas y me pongo en marcha.

Cillian me sigue de cerca, el olor de su miedo es tan penetrante que hace que me duela la nariz.

Nos escondemos a un costado en la casa vecina para tratar de localizar a sus hermanas a través de las ventanas o siquiera sentir sus vidas palpitantes.

Todo parece en orden, a lo que veo, el Rey Dragón y Gizel no tienen un plan, de otra forma, ¿qué razón podría haber para que estén afuera y armados en persona?

—¿Qué sucede? –pregunta Brennan sobre mi hombro proyectando su aliento sobre mi mejilla– ¿Están bien? Dime qué ves.

—Cállate. –doy un ultimo vistazo– Tú quédate aquí, yo los atacaré mientras están distraídos. –él aprieta los labios ofendido por no poder participar.

Giro la cabeza de nuevo a la casa y entre cierro los ojos. Siento cuatro almas, pero me falta una. Brennan mencionó que había tres personas extrañas, pero yo solo veo dos, ¿quién es el tercer sujeto?

—¿Qué haré? ¿Quedarme aquí y dejar más expuestas a mis hermanas? –ruedo los ojos– Estoy aquí y quiero ayudar, son mis hermanas.

—No discutas conmigo, sé que jamás has estado en un combate armado, justo ahora lo mejor que puedes hacer por ellas es obedecer y esconderte. –abre la boca ofendido y yo me giro para mirarlo bien– Soy un maldito halcón, todo lo tengo bajo control. –abre los ojos asustado y retrocede un paso.

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