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Lía aparca en un espacio cercano a la entrada de la institución, toma su mochila, abre la puerta y sale como "perra empoderada diva inalcanzable" mientras yo salgo como una simple mortal, inferior y poco atractiva si tomamos en cuenta mi humor, que a fin de cuentas, resulta ser un excelente repelente de idiotas.

Veo a todos esos humanos jóvenes que hay en el jardín y en los alrededores del centro universitario. Va a ser un día muy largo. La paciencia se me escurre entre los dedos.

Lía se mueve a mi lado posando su brazo en mi hombro, lo cual es gracioso porque soy casi 10cm más alta que ella y por consecuencia queda un poco ladeada pero ojo, eso no significa que deje de verse como una diva.

—¡Ay por Dios! Quita esa cara, ¿No crees que deberías darles una oportunidad? –niego con la cabeza lentamente– Por lo menos para que hagas amigos, para la edad que tienes deberías tener muchos. Y mira solo me tienes a mi ¡Eres patética! –exclama casi gritando– Pero te lo digo como buena amiga que soy, desenvuelve esas buenas energías que tienes en el interior... muy en el interior... pero muy... –le tapo la boca para impedir que continúe.

—¡Suficiente! Ya es mucho que haya aceptado venir a este infierno. Exigirme socializar es algo que no te permitiré. No dejaré que abuses de mi. –cruzo mis brazos enojada– Convenciste a mi padre y me obligase a salir de la seguridad del Inframundo para traerme a este cuchitril. –mi comentario la afecto profundamente y la mirada de Lía lo comprobó, pero en lugar de reprochar sólo suspira.

—Lo siento, es que quisiera que tuvieras más amigos, aunque sea uno, no es tan difícil, vamos perdóname ¿Sí? –vuelve a suspirar algo cansada de rogarme pero sin rendirse, jamás se rinde– Solo es eso, no te enojes, tú sabes que no me gusta que siempre andes sola. –manipulación emocional, una vieja estrategia que no funciona conmigo.

—Sabes que me crié sola en un laboratorio y crecí rodeada de muerte y batallas, no puedes llegar y decirme que me enfrente a tantas personas así como así. –ella ladea la cabeza poniendo cara de perrito abandonado– Lo intento, pero no me es fácil relacionarme, no quiero perder el control. –respondo pasándome la mano por el cabello.

—Bien, ni tu ni yo. –dice sonriendo como si hubiera cerrado un trato jugoso– ¿Vamos?

—Ya que. –le contesto inquieta.

Caminamos hacia la entrada de la escuela, dirigiéndonos a la dirección donde nos dieron indicaciones de lo que teníamos que hacer y a dónde ir.

También nos dieron un papel donde decía las materias que teníamos cada una y como si no fuera ya bastante sufrimiento estar ahí, dejaron que la primera clase fuera Introducción al Derecho.

Me parece curioso que Lía me haya inscrito en la carrera de Derecho cuando mi trabajo consiste en abusar y mancillar los derechos de los criminales. Tal vez es alguna clase de broma, pero no le daré lo que quiere.

Lía me saca de mis pensamientos con un golpe en el brazo. Yo la miro con ojos llameantes de desesperación y ella ríe.

—¿Qué clases te tocan a ti, Irka? Parece que nos pusieron en salones diferentes. –afirma la pelirroja mientras caminamos por los pasillos retacados de chicos platicando.

Tanto ruido me resulta molesto, me estoy poniendo nerviosa y eso no da buen augurio. Los humanos suelen ser sociales por naturaleza y no sé qué será de mi cuando alguno se me acerque.

—Ahora tengo Introducción al Derecho. –gruño mientras analizo una y otra vez el horario– ¿Cuál te toca?

—Me toca la optativa de Educación Física. –suspira con pesar– Estoy lamentando mi elección, pero bueno, es para mantener un equilibro. –se acomoda el cabello sobre el hombro con elegancia– Si que quieren torturarme, da igual, hay que presumir la velocidad y fuerza que tenemos nosotras ¿no? o ¿tu qué piensas? –dice con una sonrisa un tanto divertida.

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