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*Narra Irka*

Mi imaginación esta algo bloqueada, pero por fin pude acabar de cocinar.

Preparé una deliciosa pasta y fajitas de pollo con salsa Alfredo que esta para chuparse los dedos.

John guarda la despensa en los lugares correspondientes mientras yo pongo la mesa.

—¿Sabes qué nos falto? –me doy unas palmadas en la frente.

—¿Qué? –responde sacando vasos de cristal.

—Queso parmesano. –él se encoge de hombros sin entender– Sin queso parmesano esto no sabe... ¡No puedo permitirlo! No estuve cocinando todo esto para nada. –suelta una carcajada, yo intento contenerme pero no lo logro y comienzo a reírme con él– Bueno da igual, aún así sobreviviré.

John sirve los platos y yo guardo los vasos. ¿Quien toma agua con pasta?

—¡Oye! ¿Cómo crees que tomaremos el agua? ¿Con las manos? –grazna ofendido.

—La pasta no se come con agua. –digo saliendo de la cocina dirigiéndome a la barra del comedor– ¡Sería una abominación!

Un par de minutos después regreso con dos copas y una botella de vino tinto.

—Italia me ha enseñado muchas cosas, entre ellas sé que la mejor manera de disfrutar cualquier tipo de pasta es con una buena cosecha de vino. –le muestro la botella y él frunce las cejas– Y este es el mejor, además, ayuda a la digestión. ¡Esto es sano! –exclamo levantando levemente la botella en forma teatral– La mejor creación de la humanidad fue el alcohol, y nada mejor que acompañarlo con una buena comida. He viajado por el mundo y eso jamás será en vano. –le sirvo un poco en su copa y brindamos por tan maravilloso festín.

.........


Después de lavar la bajilla nos vamos a la sala para ver una película. John toma el control y cambia de canal varias veces hasta que encuentra una película.

—¿Es en serio? –le doy un golpe en el hombro, se queja y luego me mira divertido.

—¿Qué tiene de malo? –responde riendo y yo le quito el control de la mano con brusquedad.

—¿Que qué tiene de malo? –me cubro la cara con las manos intentando no armar un escándalo– ¡Es la peor parodia de vampiros que he visto en la vida! ¿Cuándo crees que yo voy andar viendo esas pendejadas? –cambio de canal hasta encontrar algo entretenido– Prefiero sacarme los ojos con un tenedor.

—¿Qué tienen de malo las parodias? –me acoge con su brazo como si así lograra convencerme, pero estoy muy cerca de ahorcarlo– A todas las mujeres les gusta.

—En primer lugar, no te atrevas a compararme con otras mujeres. –sonríe con inocencia y yo bufo molesta– En segundo lugar, esa parodia en particular es tan ridícula que me hace odiarla. –me alejó de él hasta el otro extremo del sillón– Las películas de vampiros, parodia o no, me hacen hervir la sangre. ¿Qué clase de persona con mente sana dejaría la gran oportunidad de poder morir feliz a cambio de poder ser eterno y ver como los mundanos se matan entre ellos a traves de las generaciones? –miro el programa y por el rabillo del ojo noto que John esta pensando en lo que dije.

Obvio que a nadie le atrae la idea de morir, pero ¿de qué sirve vivir si siempre lo vas a tener todo? Las mejores cosas son improvisadas y no son eternas.

—Yo deje que me cambiaras. –responde suavemente.

—No tenías opción, estabas muriendo. Los humanos sí tienen opciones, podrían ser felices y vivir una vida hermosa sin necesidad de ser eternos. Pero claro, ellos prefieren romantizar la eternidad y obligarse a creer que por tener más años de vida sus existencias serán menos miserables. –gruño con los puños apretados.

—Yo sí tenía opciones. –contradice apretándome con fuerza hacía él.

—Dime cuales eran esas opciones. –frunzo las cejas molesta– Si mal no recuerdo estabas al filo de la muerte y yo no quería perderte porque necesitaba tenerte conmigo para vivir... –contengo mi respiración, ya vi el punto, así que me quedo callada de golpe y él se acerca a mi oreja con una sonrisa de satisfacción.

—Podía elegir morir y dejarte sola, dejar que vivieras tu eternidad con alguien más o elegir vivir esa eternidad contigo. –acaricia mi cuello– Yo te quería más que a nada en el mundo y no podía dejarte con otro tipo que no fuera yo. Eres mía. –me besa la cabeza– Dejé que me cambiaras, aunque no estaba en muy buen estado de salud mental. Renuncié a la muerte, aquella que me liberaría del dolor de la enfermedad. Decidí elegirte.

—¿Lo hiciste porque me querías? –grazno tristemente ignorando la parte en la que me llama indirectamente egoísta, porque lo soy pero no permitiré que él me lo diga.

—Te quería. Pero ahora te amo. –sonrió de oreja a oreja y lo beso con lentitud, con tanto deseo que creo que podría morir ahorita mismo y ser feliz por el resto de mi eternidad en el infierno.

Las cursilerías no son lo mío... pero daría todo por este chico, daría mi vida de ser necesario y no lo dudaría ni...

¡No, no, no y no! ¿En qué estoy pensando? ¡Es mi jodido enemigo! ¡Enemigo, por el amor de los Dioses!

Necesito dejar mi pasado de lado, lo que John es hoy no se compara a lo que fue hace años, no son el mismo personaje y no debo acostumbrarme, por los Dioses juro que no.

—¿Oye? ¿Me escuchaste? –dice mirándome.

—¿Escuchar qué? –digo confundida, ya hasta me desconecta de todo, algo no anda bien en mi mente, los recuerdos me están jugando sucio.

—Dije que tal vez podríamos cenar con tus amigas en algún lugar del pueblo. ¿Qué tan malo podría ser? –sonríe con dulzura.

—Claro, está bien. Pero aclaremos algo. Actúa normal, no vayas por las calles con tu actitud altanera como si estuvieses por encima de los demás, si haces eso, te trataran como un pobre idiota. –me levanto del sillón con aire resuelto, debo marcar mis limites con fuerza.

—¿Me estas pidiendo que cambie mi personalidad evidentemente superior? –se hace el ofendido mientras gesticula de manera exagerada.

—Solo intenta no ser presumido, aunque si se da la ocasión de que alguien te insulte, túmbale los dientes con elegancia. –entro a mi cuarto y saco la ropa de las maletas.

—Aquí esta tu ropa para que la acomodes en el armario y te prepares para salir. Esta noche vas a conocer a mis otras novias. –grito desde la habitación y él asoma la cabeza por la puerta.

—¿Novias? –gruñe receloso– No sabía que le tirabas a la otra onda también.

—No creerás que son simplemente amigas, ¿verdad? –acomodo su ropa con cuidado en pilas para que no se arrugue– Hombres, no entienden nada. Cuando has vivido tanto como yo y has tenido amigos cercanos se vuelven algo más que amigos y algo más que hermanos, la relación trasciende tan estrechamente que ya no hay barreras en nada.

—Pensé que solo eran amigas, ¿Cómo es que son novias? –me toma por los hombros y me obliga a mirarlo.

—Acabo de explicarlo. –ruedo los ojos con hastío– Las considero mis novias porque siempre he estado compartiendo cosas con ellas, secretos, momentos, cosas de ese tipo son lo que nos vuelve muy unidas. Una relación así de estrecha requiere de mucho tiempo. –respondo colocando mis brazos al rededor de su cuello– Te juro que no he tenido sexo con ellas, eso es de las pocas cosas que no hacemos juntas. –sonríe complacido y yo lo beso en la mejilla– Guarda todo esto.

Me doy ma vuelta y tomo mi teléfono, él toma mi mano y me acerca de nuevo a su cuerpo.

—¿A dónde irás? –me habla con voz ronca, como si de verdad deseara algo conmigo.

—Llegó la hora de avisar que la Comandante a regresado. –levando los brazos y hago una reverencia digna de una foto.

Salgo del cuarto, tomo mi laptop, hago videollamada a mis leales aliadas y todas me contestan al segundo tono como si estuvieran esperando mis señales de vida.

MESTIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora