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—Fue la mejor noche de mi vida. Aunque sigo pensando que no era necesario obligarme a entrar al agua. –lo miro y él ríe, aún tiene el pelo húmedo y pegado a la frente en una cascada dorada.

—Respecto a eso. Lo siento, no pensé que fuera tan malo. –se encoge de hombros y estaciona el auto, luego me observa con ternura– Te vez linda con cara de mapache.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Qué te agradezca? –mi cara muestra mi enfado y al parecer eso hace que John se ponga realmente feliz– Oye, fue estúpido lo que hiciste pero aún así, aún sobre lo mucho que lucharé para limpiar el lodo de mi cabello, fue la mejor noche de mi vida y no cambiaría nada, ni siquiera el momento en el que te tomé del brazo y fuimos a parar al mismo tiempo al agua. –acaricio su mano.

—¿Cambiarías esa parte tan cómica en la que te golpee con una bola de lodo en la cara? –señala riendo, pero sé que trata de herirme.

—No, ni siquiera cambiaría esa parte. Acepto que dolió y mucho, pero definitivamente fue muy cómico. –suelto una risa nerviosa– Pero te hice comer lodo así que estamos a mano.

—Debemos entrar, para que te quites el lodo del cabello y esas manchas de mapache. –lo fulmino con la mirada.

—Tú me ayudarás. –digo seriamente, abro la puerta y lo miro, en su cara se dibuja una sonrisa pícara– Ya quisieras, cabrón. Me ayudarás sólo con el cabello y luego me ducho yo solita. ¡Mira que descarado! –grazno y él solo gruñe.

—¿Segura que no ocupas ayuda para lo demás? –le doy un golpe en el hombro y salgo del Jeep.

Fuimos a un lugar muy rústico a cenar langosta, porque era lo más elegante que conocía. El lugar estaba cerca de la playa, al finalizar la cena salimos y de un momento a otro ya estábamos en la orilla del mar arrojandonos bolas de arena.

Por el calor del momento se me ocurrió pedirle que fuera algo así como mi novio, él acepto y dijo que esa noche también me iba a preguntar lo mismo, después de eso nuestra guerra de bolas de arena se enfrió y decidimos regresar  a casa sumidos en un profundo e incómodo silencio.

No puedo creer lo que hice. ¡Le he pedido que tengamos una relación formal! ¿Es que acaso se me pudrió el cerebro? ¿En que mierda estoy pensando? Dioses, quiero hacer confeti con la piel de mi cara.

..........


—¿Ya casi acabas? Llevas media hora haciendo lo mismo. –estoy enfadada y con el cuello adolorido.

Estoy sentada en el inodoro con el vestido enlodado y John tras de mi tallándome el cabello para quitar el lodo, pero párese que tiene problemas.

—¿Cuál es la demora? Se supone que solo me lavarías el cabello ¿Qué tanto haces? –digo irritada.

—Lo siento, creo que me equivoqué de botella. –comenta nerviosamente en voz baja.

—¡¿Eh?! –grito levantándome y corriendo al espejo.

—¡Oye no se ve tan mal! Solo se te nota un poco. –ya casi esta preparando sus piernas para correr muy lejos de mi.

Me miro al espejo y lo único que se me ocurre es gritar, sé que solo es cabello, pero esto se ve espantoso.

—¡¿Qué demonios le has hecho a mi cabello?! –lo miro furiosa y él se encoge de hombros.

—¡No se nota! Solo un poquito... –hace un gesto de pellizco con las manos y se encoge.

—¡¿Solo un poco?! ¡¿Solo un poco?! ¡¿Esto te parece un poco?! ¡Mi cabello es amarillo! —grito histérica– ¡Parece que tengo pelos de elote!

—Lo siento, me dijiste botella negra y aquí esta, mira... –muestra la botella y efectivamente tiene razón esa es mi botella de shampoo normal.

—¿Pero qué demonios? –aprieto la botella hasta que se rompe y un liquido blanco cae al suelo manchando mis manos y la losa del baño– ¿Quién me ha hecho esto? –gruño molesta.

—Lo siento... yo... debí revisar la botella, pensé que ese color era normal. –agacha la cabeza y mi enojo se esfuma.

Él no tubo la culpa, no usa el mismo shampoo que yo, él no lo sabía, él no tenía contemplado de que podría salir algo mal, no esta involucrado. ¿Cómo podría ser el culpable si estuvo conmigo todo el tiempo? Sea como sea, nadie entra a mi baño ¡jamás!

¡Discúlpate con él! ¡Ándale! ¡Heriste sus sentimientos, discúlpate! Dioses, he caído demasiado bajo.

—John. Lo... Lo siento, no era mi intención hacerte sentir mal, solo que... –me pongo frente a él y tomo su rostro entre mis manos– Lo siento. Solo es una broma de mal gusto, no quería desquitarme contigo. Perdóname, por favor. –acaricio sus mejillas y él me mira fijamente un par de segundos.

—Debí decirte que algo andaba mal. –sonríe débilmente, aunque parece más una mueca que una sonrisa.

—Hey, sonríe, no te pongas así, todo estará bien, el color se irá en algún momento. –aclaro con dulzura y me acerco para abrazarlo, para transmitirle pasividad y seguridad, todo va a estar bien.

—¿Quién te habrá hecho eso? –levanta la vista y me observa con temor.

—No lo sé, pero pase lo que pase todo estará bien. Podré controlar la situación, tu tranquilo, he controlado peores situaciones antes, esta no será diferente. –con mi dedo indice en su espalda hago círculos, acariciandolo suavemente.

—Yo te ayudaré a cambiarte el color. –me besa la frente y me vuelve a abrazar– Porque ese color no te favorece.

—No es necesario, mañana iré para que solucionen esto. –respondo palmeando su hombro incómoda.

Ni de broma dejo que toque mi cabello una vez más. Debió ser culpa de la caja misteriosa que me dio John como regalo. Otra señal de que debo regresar a mi hogar, al lugar donde lo controlo todo.

MESTIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora