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Todos los mejores planes comienzan con una estrategia.
Hay algo que Nonno solía decirme sobre el mayor mal de todos, poner a los hermanos unos contra otros.
Nonno era un hombre de bien. Trabajaba la tierra y la gente y protegía a los que lo necesitaban. A Nonno no le gustaba el mal, pero Nonno no hizo masacrar a toda su familia delante de él.
Lo siento, Nonno, pagaré por esto si nos volvemos a ver.
Volver a los Estados Unidos cuando Jiyong tiene todos los ojos puestos en mí no es fácil, incluso con el jet privado de Enzo. Siempre existe el riesgo de que haya algún informante, un traidor que trabaje para Enzo que lo apuñale por la espalda dándole información a Jiyong.
Enzo dice que analiza a todos los que trabajan para él, pero no confío en nadie.
Los viejos hábitos son difíciles de romper.
Por eso, solo llevo a Angelo conmigo; es uno de los que trabajan conmigo en la granja, mayor que yo y uno de los hombres de más confianza de Marco.
Angelo tiene barba y cabello plateado y es uno de los callados. Solo habla cuando se le habla, y le gusta follar viudas.
Oye, no juzgues. Cada uno tiene sus propios problemas.
Lo dejo fuera como camuflaje cuando entro en la casa de Taeyang Kwon. Su seguridad es una mierda comparada con la de Jiyong, pero aun así no es fácil.
Derribo a dos guardias de camino a su estudio y pierdo un tiempo precioso para arrastrar sus cuerpos flácidos a los armarios fuera del camino del personal.
La casa de Taeyang es grande pero impersonal, como si no se tomara el tiempo de darle vida. Por el tiempo que estuve al lado de Jiyong, sé que Taeyang pasa su tiempo en su estudio o en el jardín. Y sí, Jiyong fue así de específico al espiar los movimientos de su hermano.
Me dirijo primero a su oficina y abro la enorme puerta de madera.
—No más café. Grazie, Marta.
—No hay café para ti, Taeyang. —La puerta hace clic cuando me apoyo contra ella y apunto mi arma en su dirección.
Taeyang está de pie junto a su ventana, mirando hacia afuera. Al oír mis palabras, se da la vuelta lentamente para mirarme.
Taeyang Kwon es mayor que Jiyong, y se nota. Su rostro es frágil y su cuerpo también. A diferencia de su hermano, no esconde los mechones blancos en su cabello negro, algo que heredó su hija.
Si esperaba una sorpresa o una pelea, no da ninguna. En cambio, me mira con sus ojos oscuros como si tener a alguien irrumpiendo en su oficina y apuntándole con un arma fuera algo cotidiano.
—Me he enterado de que Jiyong ya no te utiliza, así que deduzco que lo has descubierto todo, ¿no? —pregunta con aburrimiento.
Por supuesto que lo sabía todo. Me supone un gran esfuerzo no dispararle en la frente. Pero no lo hago, porque eso va en contra de lo que planeé.
