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Han pasado unas semanas y mi lesión todavía duele como una maldita perra.
¿Sabes esos momentos en los que tu piel te odia y empieza a atacarte?
Sí, yo tampoco.
Se llama infección y mi pequeño Pétalo ha estado haciendo todo lo posible para deshacerse de ella, o más bien para evitar que caiga en espiral por ese camino.
Mientras tanto, también me maldijo, recordándome siempre lo estúpida que fui cuando volví aquí cuando podría haber sido tratada en Estados Unidos.
Es tan jodidamente adorable cuando se preocupa y actúa como una enfermera severa.
Y sí, es como el porno, y sí, me folló y chupó como en esas películas de fetichismo de enfermeras.
No puedo entender cómo nuestros fetiches se siguen expandiendo con el tiempo.
Ahora, sin embargo, me hace dar un paseo porque necesito aire fresco y vitamina D del sol o de lo que sea. La única razón por la que estoy de acuerdo con esto es porque puedo envolver mi brazo alrededor de su cintura, acurrucarla a mi lado, y mostrarla a todo el maldito mundo.
Los trabajadores del viñedo asienten con respeto cada vez que pasamos. Mi pequeño Pétalo ha aprendido suficiente italiano para saludarles e incluso aceptar las uvas que algunos de los trabajadores lavan para ella.
Miro a un chico que la observa con admiración con sus ojos azul claro. No puede tener más de diecisiete años, pero aun así quiero sacarle los malditos ojos por mirarla. ¿Quién se cree que es para mostrarme este tipo de falta de respeto? ¿Mirar lo que es mío como si tuviera todo el derecho a hacerlo?
Su padre parece entender mi gesto y lo regaña con palabras italianas murmuradas.
-¿Por qué le grita? -pregunta mi pequeño Pétalo mientras chupa una uva.
Por un segundo, me pierdo en la forma en que sus labios envuelven la fruta antes de que desaparezca dentro de su boca. Jódeme. Es como un sueño erótico hecho realidad.
-Nada de lo que tengas que preocuparte -respondo. Entrecierra sus ojos.
-¿Por qué no me creo eso?
Levanto mi hombro bueno mientras la alejo del campo de visión de los trabajadores. No es la temporada de las aceitunas, así que hay menos de este lado.
Aunque Pétalo va vestida con un simple vestido floral que hace juego con el cielo primaveral, no me gusta que nadie pueda ver los indicios de piel mostrándose a través de la tela.
Es mía y quiero que siga siendo así.
Solo mía.
Ni siquiera me gusta que haya aprendido -o recordado- suficiente italiano para entablar conversaciones sencillas.