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Cuando todo termina, Pétalo está agotada.
Sigue con el mismo vestido de la fiesta, su cabello despeinado y su rímel se ha corrido a un lado de los ojos.
Los hombres de Taeyang la escucharon cuando les pidió que limpiaran todo. Incluso algunos de los hombres de Jiyong, que ahora no tienen a dónde ir, han decidido quedarse.
Enzo y Angelo los están vigilando por si cambian de opinión o van por mi pequeño Pétalo.
No tendrían razón para hacerlo, y tanto Stephan como Marco murieron en el tiroteo que ocurrió, así que no hay lealtad a Jiyong; solo hay lealtad a Kwon, y de momento, mi pequeño Pétalo es la única Kwon viva.
La única Kwon viva.
Me permito asimilar esa información mientras la observo.
Le pide a uno de los guardias de Taeyang que vaya a la morgue y que se duchará y se encontrará con él allí.
Es un hombre grande con tatuajes y barba y me da una mirada incrédula cuando me ve siguiéndola, pero por suerte, mantiene la boca cerrada.
Mi pequeño Pétalo está un poco aturdida cuando entra en su habitación. La sigo, cerrando la puerta detrás de nosotras.
Por un segundo, se queda en el medio de la habitación, la luz que viene del baño le da un tono suave a su pálida piel.
Es como si se tomara su tiempo para procesar lo que pasó, para lidiar con la pérdida de su padre, con ser la única Kwon viva. Todo eso.
Mi pequeño Pétalo pudo haber vivido una infancia dura, pero nada pudo haberla preparado para lo que pasó esta noche.
Cada partícula de mi ser me dice que vaya allí, la agarre por el cuello, la bese, haga que todo desaparezca, pero en vez de eso, me meto las manos en los bolsillos.
Incluso yo reconozco que necesita tiempo para lidiar con esto por su cuenta primero.
Pasan unos minutos con ella parada ahí, sin emoción, casi como si estuviera en trance, entonces de repente, su mano se dirige a su espalda y lucha con la cremallera, gimiendo con frustración cuando no baja.
Camino hacia ella y envuelvo mi mano alrededor de la suya, quitándola suavemente y bajando la cremallera hasta la mitad de su espalda.
Su piel se ve pálida y un poco arañada en la parte superior por todo el forcejeo.
En el silencio de la habitación, dejo que mis dedos se desplacen sobre su piel. Está temblando, sus dientes castañetean como si tuviera frío.
—Todo va a estar bien. Eres una mujer fuerte, siempre lo has sido.
Un sollozo brota de su garganta y se da la vuelta abruptamente. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura y entierra su rostro en mi pecho, llorando suavemente, tan suavemente que apenas es audible incluso en el silencio.
