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Lisa estrella a Mino contra la pared mientras alguien grita.
Sus ojos son más oscuros de lo que alguna vez los he visto y parece homicida. Busco a los guardias, que ya casi están aquí, pero me preocupa que lleguen demasiado tarde.
—Nunca la vuelvas a mirar —le dice Lisa a Mino con calma—. Nunca. Más.
—Amiga, estás… —exclama Mino, pero antes de que pueda terminar, Lisa le da un puñetazo en la nariz. Esta vez, soy yo quien grita, y Mino colapsa en el suelo mientras Lisa entierra el pie en su estómago.
Los guardias finalmente nos alcanzan, pero cuando intentan agarrar a Lisa, los esquiva fácilmente. Su atención asesina todavía está en Mino.
—Si te atrapo mirando en su dirección de nuevo, voy a romper más que tu puta nariz.
Otro guardia aparece y los tres agarran a Lisa, pero golpea a uno de ellos, dejándolo inconsciente al instante. Miro con la boca abierta mientras me agarra por la cintura, levantándome.
—Nos vamos, Pétalo.
No tengo fuerzas para discutir y le lanzo una mirada a Hwasa para hacerle saber que estoy bien. Ella asiente, mirando mientras Lisa me arrastra fuera del club por la puerta trasera, hacia un callejón abandonado. En el momento en que el aire frío golpea mis sentidos, la música se silencia y los gritos en mi mente se hacen más y más fuertes.
Me libero del agarre de Lisa y gruñe en voz alta como un animal al que le han robado la comida.
—¡Estás actuando como una jodida cavernícola! —grito—. ¿Cómo me encontraste, Lisa? ¿Me seguiste?
Pronunciar las palabras me hace colapsar. Me doy cuenta de que no quiero escuchar su respuesta y dejo escapar un sollozo, rechazándola cuando intenta alcanzarme.
—Iba a aprovecharse de ti —masculla Lisa—. Ese tipo son malas noticias.
—Bueno, parece que estás pasando algo por alto —siseo—. Si quiero o no hablar con él es decisión mía, no tuya, bruta.
—¿Es eso lo que piensas?
—Eso es lo que es.
—¿Cuán borracha estás?
—Eso no es asunto tuyo.
Nos fulminamos con la mirada mutuamente y paso mis manos por mi cabello. Estoy temblando y estoy jodidamente helada con mi abrigo ligero y estos tacones insoportablemente incómodos.
—No puedes irrumpir en mi vida y desaparecer cuando quieras, Lisa. ¿Dónde estabas? ¿Quién era el tipo frente a mi apartamento? ¿Por qué diablos te estaba buscando?
Se quita la chaqueta de cuero y me la pone alrededor de los hombros. No lucho contra ella. Necesito el calor.