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El sabor de mi pequeño Pétalo todavía está en mis labios mientras conduzco hasta Wisconsin

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El sabor de mi pequeño Pétalo todavía está en mis labios mientras conduzco hasta Wisconsin.

Eso es una mentira.

No es solo su sabor lo que se queda conmigo. Sus gritos, su llanto, sus sollozos todavía resuenan como música en mis oídos.

¿Quién necesita esos sonidos hechos en estudio cuando puedo tocar a mi pequeño Pétalo como mi instrumento hecho a medida?

Ahora que descubrí sus debilidades y la vi desmoronarse, rogando por más mientras le provocaba orgasmo tras orgasmo, no podré detenerme.

Ni ahora.

Ni nunca.

Para volver con ella, para prender en llamas nuestros cuerpos, primero tengo que ocuparme de este jodido calvario.

Empujo al fondo de mi mente el sabor de mi pequeño Pétalo y sus gritos, donde se unen a las imágenes de su cansancio, con una suave sonrisa satisfecha en sus labios.

No tengo ni idea de por qué quiero ver esa sonrisa una y otra vez.

Esa sonrisa es solo mía.

Al igual que mi pequeño Pétalo.

Me detengo cerca de un edificio viejo y destartalado a las afueras de Wisconsin y me pongo unas gafas negras de aviador. En lugar de conducir por el barrio pobre de mierda, dejo el auto en un estacionamiento público y voy andando.

El vecindario no solo es viejo y pobre, sino que hay una cierta depresión acechando en el aire como otra capa de la atmósfera.

Miradas de curiosidad son dirigidas en mi dirección y trato de caminar con normalidad sin llamar la atención. Este no es el terreno de los Kwon. Hay otras pandillas, locales e incluso rusas, y no reaccionan bien al nombre. No dudarán en perseguirme si saben que la sicaria de Kwon JiYong está en la ciudad.

Puede ser temido, pero no es querido, y cuando la mierda explota, sus enemigos siempre intentan derribarlo, no le ofrecen ayuda.

Me estoy arriesgando a una jodida guerra de pandillas aquí. Algunos de esos niños con rostros sucios y las putas que fingen que quieren hacerme una mamada se lo dirán a sus proxenetas y pronto tendré una multitud sobre mí.

Esta gente siempre nota cuando hay un extraño en la ciudad.

Así que tengo poco o nada de tiempo para obtener la información que necesito y largarme de aquí.

Entro en la panadería sin hacer ruido. Los dos clientes a la mesa levantan la cabeza. El rostro de la camarera está atrapada en lo que parece una mueca y no es de ninguna manera una sonrisa.

—¿Qué puedo ofrecerte, cariño? —pregunta con marcado acento.

—Sarah. ¿Dónde está?

—¿S-Sarah?

# 𝗣𝗦𝗬𝗖𝗛𝗢 ; 𝐉𝐧𝐤 𝐱 𝐋𝐥𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora