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Un doctor

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Un doctor.

Para eso está usando la lencería. Aquel por el que se arregló y se puso perfume.

Parece tener unos cuarenta años, acicalado, con cabello oscuro dorado y ojos miel que parecen lavados con lejía.

O quizás eso es lo que quiero hacer con esos ojos. Cortarlos y lavarlos con lejía... o lavarlo a él, no soy exigente.

Están cenando en un restaurante apartado en la parte urbana de la ciudad. Apartado porque el pequeño doctor está escondiéndose de su esposa. Lo he visto con ella cuando vigilaba a Jennie y luego otra vez cuando seguía a Pétalo. Probablemente aquí es donde trae a sus amantes.

¿Ella lo sabe?

Me apoyo contra mi auto que estacioné en una zona escondida, pero todavía me da una vista parcial del restaurante. Mis binoculares están pegados a mis ojos de nuevo mientras ladeo la cabeza. Pétalo se está emborrachando; sus mejillas se han enrojecido y ha estado esbozando esa sonrisa falsa más de lo habitual.

¿De eso se trata todo esto: follar con un hombre mayor casado? ¿Ese es su fetiche?

Mi agarre se aprieta en los binoculares cuando él roza su mano contra la de ella. Pétalo no se aparta, pero tampoco cede. Su expresión está congelada en esa sonrisa falsa que está luchando por mantener cuanto más bebe.

Interesante.

Esto no podía haber estado sucediendo por mucho tiempo. De lo contrario, ya le habría estado chupando la polla en el baño.

Una polla que será cortada, por cierto.

Me paro en el frío, solo con mi traje y sin abrigo. Mis dedos se han entumecido por todo el tiempo que he pasado aquí, pero no me concentro en eso. El frío es simplemente una molestia que al final desaparecerá. Tener frío, hambre o dolor son solo fases. He pasado por cosas peores y todavía estoy aquí.

Después de un tiempo, ambos salen del restaurante. Los pasos de Pétalo son lentos, probablemente porque está borracha y debería haberse detenido en la primera copa.

El doctor Imbécil extiende una mano para estabilizarla cuando tropieza. Ella suelta una risita, luego oculta el sonido con el dorso de su mano.

Jodidamente suelta una risita. No la oigo, pero lo veo alto y claro. Sin embargo, el médico la oye. No solo la agasajó con vino, sino que también la oye reír.

Jodidamente reír.

Se detienen delante de un auto. Me muevo en los puntos ciegos de los otros autos, asegurándome de dar mi perfil y la espalda a las dos cámaras parpadeantes del restaurante. Me paro frente a ellos detrás de la esquina. Tan cerca que no necesito los binoculares. Está oscuro en el estacionamiento, pero no lo suficiente para que no pueda ver. Hay una luz tenue en la distancia que ofrece una vista perfecta de mi pequeño Pétalo y su médico infiel.

# 𝗣𝗦𝗬𝗖𝗛𝗢 ; 𝐉𝐧𝐤 𝐱 𝐋𝐥𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora