Capítulo 32

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Bien comido Inuyasha se echó a descansar, un par de días habían pasado desde que bebió el brebaje y ningún Yōkai se había acercado lo suficiente, ni siquiera un poco, antes tampoco pero los llegó a sentir un poco más cerca que antes, era extraño, no lo comprendía aunque lo tuviera clarisimo, se llegaron a acercar, muy poco, pero lo hicieron porque sin olor "hechizante" era un simple Hanyō.

Sesshomaru ni pensó en aclarle eso a Inuyasha, dejó que lo averiguara solo, sin importar el tiempo que le tomará, debía entender las cosas por sí solo, cómo todo mundo.

Por otro lado la noche era fresca, aunque no tanto para tener frío, era cómoda y le hacía querer dormirse ya al Hanyō, siendo todavía muy temprano, se pensó que quizás era por haber comido tanto y por haber caminado tanto ese día, cómo quería tener a un Yōkai cerca para comprobar la efectividad del brebaje; se empeñó en hallar uno, pero no tuvo ningún éxito.

Ser despistado, por no decir ingenuo, era característica muy fuerte de Inuyasha, y era por eso también que tampoco había notado que pese tener estable el lazo con Sesshomaru, él estaba presentando síntomas y anomalías raras, cómo el marearse fácil y cansarse. Bien lo había dicho Totosai en el pasado, sí el lazo estaba bien las espadas darían a sus dueños virtudes y fortalezas, entre otras cosas buenas, pero era Inuyasha y pasaba por alto muchas cosas.

Una envolvente corriente de aire dió contra el Hanyō haciéndolo sentirse arrullado y tentado a dormirse, soltó un gran bostezo y parpadeó suavemente sus ojos color miel, tampoco evitó estirarse, así que lo hizo lentamente. Sentía la panza llena de comida y sabía que sí se dormía luego le darían ganas de vomitar estando dormido, así que debía luchar para seguir despierto, al menos hasta digerir lo suficiente la comida.

Se quedó ahí en su perezosa y floja lucha por no dormirse, dando todo de sí y llevando la victoria por el momento, mientras el DaiYōkai de largo cabellos blancos lo vigilaba desde la lejanía, aunque no tan lejos realmente.

Sesshomaru tenía días pensando en lo que sucedía frente a las narices de ambos pero solamente él era consciente, no sabía hasta cuando la ignorancia de Inuyasha lo mantendría alejado de la realidad pero lo que sí sabía era que los impulsos de su tonto medio hermano complicarían las cosas, y sí no tenía cuidado acabarían muy mal.

Debía decirle lo que ocurría, pero simplemente no podía, no quería hacerlo porque ni él lo aceptaba. ¿Cómo pudo haber sido descuidado?, ¡Él!, El Gran Sesshomaru. Era humillante haber bajado la guardia.

Lo que podía ser peor era que su madre posiblemente ya debió darse cuenta, quizás hasta antes que él y era por eso que envió a Komorebi. No podía deducirlo, ni siquiera podía pensar bien por la dura realidad que estaba afrontando.

Esto ya lo había pensado antes pero creyó pasarían años antes de que sucediera, qué ocurriera tan rápido era difícil de procesar y aceptar hasta para un guerrero frío y duro como él, pues le daba directo en el orgullo. Debía pensar y meditar para aceptar esto lo antes posible, ya que Inuyasha sería el principal problema.

El DaiYōkai de expresión seria cerró los ojos y los abrió con mucha calma. El viento movió sus prendas y lisos mechones blancos.

Era una noche tan tranquila qué hasta los grillos hicieron ruido y las luciérnagas salieron de sus escondites, ó así fue hasta que Sesshomaru sintió una presencia familiar, arrugó entre sus cejas mostrando cierto desagrado, llegando a pensar: "¿Qué hace aquí?"

Compañerismo. (Sesshōmaru x InuYasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora