El crepúsculo nos ha seguido desde Seattle, y el cielo está repleto de ópalos, rosas y aguamarinas perfectamente mezclados, como solo sabe hacerlo la madre naturaleza. La tarde es clara y fría, y las luces de Portland centellean y parpadean para darnos la bienvenida cuando Lauren aterriza en el helipuerto. Estamos en lo alto de ese extraño edificio de Portland de ladrillo marrón del que partimos por primera vez hace menos de tres semanas.
La verdad es que hace muy poco. Sin embargo, siento que conozco a Lauren de toda la vida. Ella maniobra para detener el Charlie Tango, y finalmente las hélices se paran, y lo único que oigo por los auriculares es mi propia respiración. Mmm. Esto me recuerda por un momento la experiencia Thomas Tallis. Palidezco. Ahora mismo no tengo ningunas ganas de pensar en eso.
Lauren se desata el arnés y se inclina para desabrocharme el mío.
—¿Ha tenido buen viaje, señorita Cabello? —pregunta con voz amable y un brillo en sus ojos Verdes.
—Sí, gracias, señora Jáuregui —contesto, educada.
—Bueno, vayamos a ver las fotos del chico.
Tiende la mano, coge la mía y bajo del Charlie Tango.
Un hombre de pelo canoso con barba se acerca para recibirnos con una enorme sonrisa. Le reconozco: es el mismo anciano de la última vez que estuvimos aquí.
—Max.
Lauren sonríe y me suelta la mano para estrechar la del hombre con afecto.
—Vigílalo para Louis. Llegará hacia las ocho o las nueve.
—Eso haré, señora Jáuregui. Señora —dice, y me hace un gesto con la cabeza—. El coche espera abajo, señora. Ah, y el ascensor está estropeado, tendrán que bajar por las escaleras.
—Gracias, Max.
Lauren me coge de la mano, y vamos hacia las escaleras de emergencia.
—Con estos tacones tenemos suerte de que solo haya tres pisos —masculla con tono de reproche.
No me digas.
—¿No te gustan las botas?
—Me gustan mucho, Camila. —Se le enturbia la mirada y creo que va a añadir algo, pero se calla—. Ven. Iremos despacio. No quiero que te caigas y te rompas la crisma.
Permanecemos sentadas en silencio mientras nuestro chófer nos conduce a la galería. Mi ansiedad ha vuelto en plena forma, y me doy cuenta de que el rato que hemos pasado en el Charlie Tango ha sido la calma que precede a la tormenta. Lauren está callada y pensativa... inquieta incluso; la atmósfera relajada que había entre ambas ha desaparecido. Hay tantas cosas que quiero decir, pero el trayecto es demasiado corto. Lauren mira meditabunda por la ventanilla.
—Shawn es solo un amigo —murmuro.
Lauren se gira y me mira, pero sus ojos verdes en un tono oscuros y cautelosos no dejan entrever nada. Su boca... ay, su boca es provocativa y perturbadora. La recuerdo sobre mí... por todas partes. Me arde la piel. Ella se revuelve en el asiento y frunce el ceño.
—Tienes unos ojos preciosos, que ahora parecen demasiado grandes para tu cara, Camila. Por favor, dime que comerás.
—Sí, Lauren, comeré —contesto de forma automática y displicente.
—Lo digo en serio.
—¿Ah, sí?
No puedo reprimir el tono desdeñoso. Sinceramente, qué cínica es esta mujer... esta mujer que me ha hecho pasar un calvario estos últimos días. No, eso no es verdad, yo misma me he sometido al calvario. No. Ha sido ella. Muevo la cabeza, confusa.
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Atormentada por las sombras II - Camren
FanfictionContinuación de una de las historias mas intensas que he leído, fuera de lo sexual.