Cena Benéfica Parte II

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El abuelo de Lauren enseguida me da conversación. Es un anciano encantador, muy orgulloso de su hija y de sus tres nietos.

Me resulta extraño pensar en Lauren de niña. El recuerdo de las cicatrices de sus quemaduras me viene repentinamente a la mente, pero lo desecho de inmediato. Ahora no quiero pensar en eso, aunque sea el auténtico motivo de esta velada, por irónico que resulte.

Ojalá Dinah estuviera aquí con Chris. Ella encajaría muy bien: si Dinah tuviera delante esta gran cantidad de tenedores y cuchillos no se amilanaría... y además, tomaría el mando de la mesa. Me la imagino discutiendo con Taylor sobre quién debería presidir la mesa, y esa imagen me hace sonreír.

La conversación fluye agradablemente entre los comensales. Taylor se muestra muy amena, como siempre, eclipsando bastante al pobre Felipe, que básicamente se limita a permanecer callado, como yo. La abuela de Lauren es la más locuaz. También tiene un sentido del humor mordaz, normalmente a costa de su marido. Empiezo a sentir un poco de lástima por el señor Morgado.

Lauren y Annie charlan animadamente sobre un dispositivo que la empresa de Lauren está desarrollando, inspirado en el principio de E. F. Schumacher de « Lo pequeño es hermoso» . Es difícil seguir lo que dicen. Por lo visto Lauren pretende impulsar el desarrollo de las comunidades más pobres del planeta por medio de la tecnología eólica: mediante dispositivos que no necesitan electricidad, ni pilas, y cuyo mantenimiento es mínimo.

Verla tan implicada es algo fascinante. Está apasionadamente comprometida en mejorar la vida de los más desfavorecidos. A través de su empresa de telecomunicaciones, pretende ser la primera en sacar al mercado un teléfono móvil eólico.

Vaya... No tenía ni idea. Quiero decir que conocía su pasión por querer alimentar al mundo, pero esto...

Annie parece incapaz de comprender esa idea de Lauren de ceder tecnología sin patentarla. Me pregunto vagamente cómo ha conseguido ganar Lauren tanto dinero, si está tan dispuesta a cederlo todo.

A lo largo de la cena, un flujo constante de hombres con elegantes esmóquines y máscaras oscuras se acerca a la mesa, deseosos de conocer a Lauren. Le estrechan la mano e intercambian amables comentarios. Ella me presenta a algunos, pero no a otros. Me intriga saber el cómo y el porqué de tal distinción.

Durante una de esas conversaciones, Taylor se inclina hacia delante y me sonríe.

—Mila, ¿colaborarás en la subasta?

—Por supuesto —le contesto con excesiva prontitud.

Cuando llega el momento de los postres, ya se ha hecho de noche y yo me siento francamente incómoda. Tengo que librarme de las bolas. El maestro de ceremonias se acerca a nuestra mesa antes de que pueda retirarme, y con él, si no me equivoco, viene miss Coletitas Europeas.

¿Cómo se llamaba? Hansel, Gretel... Gretchen ya no recuerdo el nombre.

Va enmascarada, naturalmente, pero sé que es ella porque no le quita la vista de encima a Lauren. Se ruboriza, y yo, egoístamente, estoy más que encantada de que ella no la reconozca en absoluto.

El maestro de ceremonias nos pide el sobre y, con una floritura elocuente y experta, le pide a Clara que saque el billete ganador. Es el de Felipe, y le premian con la cesta envuelta en seda.

Yo aplaudo educadamente, pero me resulta imposible seguir concentrándome en el ritual.

—Si me perdonas —susurro a Lauren.

Me mira atentamente.

—¿Tienes que ir al tocador?

Yo asiento.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora