Alexa!

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La chica que se parece a mí espera fuera frente a la puerta de SIP. Un momento... ella soy yo. Estoy pálida y sucia, y la ropa que llevo me viene grande. La estoy mirando a ella, que viste mi ropa... saludable y feliz.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —le pregunto.

—¿Quién eres?

—No soy nadie... ¿Quién eres tú? ¿También eres nadie...?

—Pues ya somos dos... no lo digas, nos harían desaparecer, sabes...

Sonríe despacio, con una mueca diabólica que se extiende por toda su cara, y es tan escalofriante que me pongo a chillar.

—¡Por Dios, Camz!

Lauren me zarandea para que despierte.

Estoy tan desorientada. Estoy en casa... a oscuras... en la cama con Lauren. Sacudo la cabeza, intentando despejar la mente.

—Camz, ¿estás bien? Has tenido una pesadilla.

—Ah.

Enciende la lámpara y nos baña con su luz tenue. Ella baja la vista hacia mí con cara de preocupación.

—La chica —murmuro.

—¿Qué pasa? ¿Qué chica? —pregunta con dulzura.

—Había una chica en la puerta de SIP cuando salí esta tarde. Se parecía a mí... bueno, no.

Lauren se queda inmóvil, y cuando la luz de la lámpara de la mesita se intensifica, veo que está algo asustada.

—¿Cuándo fue eso? —susurra consternada.

Se sienta y me mira fijamente.

—Cuando salí de trabajar esta tarde. ¿Tú sabes quién es?

—Sí.

Se pasa la mano por el pelo.

—¿Quién?

Sus labios se convierten en una línea tensa, pero no dice nada.

—¿Quién? —insisto.

—Es Alexa.

Yo trago saliva. ¡La ex sumisa! Recuerdo que Lauren habló de ella antes de que voláramos en el planeador. De pronto, su cuerpo emana tensión. Algo pasa.

—¿La chica que puso « Toxic» en tu iPod?

Me mira angustiada.

—Sí. ¿Dijo algo?

—Dijo: « ¿Qué tienes tú que yo no tenga?» , y cuando le pregunté quién era, dijo: « Nadie» .

Lauren cierra los ojos, como si le doliera. ¿Qué ha pasado? ¿Qué significa la chica para ella?

Me pica el cuero cabelludo mientras la adrenalina me recorre el cuerpo. ¿Y si le importa mucho? ¿Quizá la echa de menos? Sé tan poco de sus anteriores... esto... relaciones. Seguro que ella firmó un contrato, e hizo lo que ella quería, encantada de darle lo que necesitaba.

Oh, no... y yo no puedo. La idea me da náuseas.

Lauren sale de la cama, se pone los vaqueros y va al salón. Echo un vistazo al despertador y veo que son las cinco de la mañana. Me levanto, me pongo su camiseta blanca y la sigo.

Vaya, está al teléfono.

—Sí, en la puerta de SIP, ayer... por la tarde —dice en voz baja. Se vuelve hacia mí y, mientras me dirijo hacia la cocina, me pregunta—: ¿A qué hora exactamente?

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora